Opinión 

El comentario de hoy, martes 2 de mayo 2023

El martes 25 de abril, como ya es tradicional, se celebró un aniversario más de que nuestra capital hubiera sido elevada a la categoría de ciudad. Eso fue hace 491 años. Oaxaca de Juárez es su último nombre. Antes fue Segura de la Frontera, Tepeaca, Antequera y, por supuesto, el nombre indígena de Huaxyacac. Pero no vamos a repetir los trillados caminos de su historia, sino ubicarnos en el hoy, en el presente.

Nuestra capital exhibe los síntomas del abandono y de la abulia oficial. Las últimas lluvias atípicas recientes, han contribuido a una deforestación progresiva, ante la caída de añejos árboles. Hace al menos un lustro fueron derribadas centenas de palmeras que, ante la falta de cuidado, se llenaron de plagas. Jamás han sido sustituidas por nuevas especies. Ahí yacen todavía muchas inertes o en troncos secos, como monumentos a la apatía y la irresponsabilidad.

El Centro Histórico, a excepción de la Alameda de León recientemente restaurada, luce como un espacio sumergido en la anarquía. El proyecto de calles peatonales contrasta con un comercio en la vía pública que amenaza engullirse parques, banquetas y andadores. Inmuebles catalogados e históricos, víctimas del grafitti. Fieles exponentes de la arquitectura novohispana, con canteras manchadas y perforadas.

Barrios mágicos como Jalatlaco o tradicionales como Xochimilco, bajo amenaza de la llamada gentrificación. Adiós a ese aire provinciano tan típico de lo oaxaqueño. Lo que fueron vecindades ahora convertidas en cafés o antros. Aquellas que fueron curtidurías o talleres artesanales textiles, devenidos restaurantes y hoteles de moda, para el disfrute del turismo extranjero. El único que puede pagar los altos costos del consumo o el hospedaje.

Un casco urbano caracterizado por los hoyancos y baches. Por el depósito de bolsas de basura, ante una onerosa crisis que no termina de resolverse. Nuestro principal afluente, el Río Atoyac, convertido en tiradero ante la abulia del sindicato responsable que exhibe cada vez más su impunidad. Y un gobierno municipal que sigue encogiéndose de hombros, con el sobado argumento de que no tiene recursos.

Asumimos vivir en una de las ciudades más bellas de México y dicen las revistas especializadas, que uno de los mejores destinos del mundo, pero con un sistema de semáforos colapsado; con una vialidad infernal, en donde prevalece la doble fila; en una ciudad que ha sido calificada como insegura por la mayoría de sus habitantes. El año que viene habrá elecciones y una vez más escucharemos las clásicas promesas, que en funciones se convierten en fallidas. El mejor homenaje que se le puede hacer es, lo dijimos hace tiempo, devolverle la dignidad de antaño.(JPA)

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