Opinión 

El comentario de hoy, martes 26 de julio 2022

Una de las causas de nuestro atraso y rezago a nivel nacional, que no de nuestro gran potencial, es la idiosincrasia del mismo oaxaqueño. No es fortuita la comparación que nos hacen quienes nos representan como una olla de grillos. Otros, como una cubeta de cangrejos. Aquellos que quieren salir los demás tiran hacia abajo, para que nadie salga. Un personaje de la política ya desaparecido, depositario de una mente brillante, mi gran amigo, Efrén Ricárdez Carrión, acuñó una frase demoledora: “En Oaxaca, el éxito se persigue de oficio”.

Este preámbulo tiene una justificación. Veamos. Estamos en plenos festejos de julio. Acaba de concluir el primer lunes de Guelaguetza con sus dos presentaciones. Es una delicia ver el Centro Histórico, la explanada de Santo Domingo, el Zócalo, los mercados, museos, el Andador Turístico, etc., a reventar de oaxaqueños, además de visitantes del país y el extranjero. En el entorno se respiran aires de fiesta, de tradición, de costumbres ancestrales que siguen vivas. Oaxaca es algo único y excepcional.

Pese a haberse convertido en un burdo negocio, nuestra fiesta folklórica es un espectáculo que sigue atrayendo multitudes. Miles vienen a la entidad a recrearse de la cultura, de los trajes multicolores y de los ritmos y danzas, tan diversos como nuestro mosaico étnico y pluricultural. Convites, calendas, desfiles de delegaciones. El ambiente festivo genera una variedad de emociones y sensaciones.

Pero hay quienes no lo ven así. Y mientras el gobierno echa la casa por la ventana publicitando las bondades de nuestro estado, hay otros que esperan esta temporada para soltar su perversidad. Y hacer cuanto les sea posible para torpedear el período vacacional, generando un infierno al turismo y a los mismos oaxaqueños. Pudieron haberlo hecho semanas o meses antes. Pero no. Esperaron la temporada para bloquear carreteras, calles, cruceros o hacer sus consabidas marchas.

En diciembre, la irresponsabilidad del gobierno local se tradujo en protestas que llevaron consigo la imagen de una capital ahogada en basura. Pues bien. Quienes manejan políticamente a colonias y agencias aledañas al tiradero municipal, esperaron pacientemente la temporada vacacional para repetir el numerito. Un tema en donde aflora la corrupción y el conflicto político. La idea es exhibir, mostrar lo turbio, la peor imagen de una capital, paradójicamente calificada, como uno de los mejores destinos turísticos del mundo. El turismo es tal vez la única industria de la que viven miles de familias oaxaqueñas. Pero hay otra, que es la del chantaje, de la que sólo viven los buitres y depredadores; chantajistas y extorsionadores sin escrúpulos, que con sus acciones ponen en evidencia no solamente la ingobernabilidad y el miedo para aplicar la ley que existen en Oaxaca, sino que se muestran como lo que son: oportunistas, corruptos y traidores. (JPA)

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