Opinión 

El comentario de hoy, martes 20 de diciembre 2022

En las casi tres semanas que lleva el nuevo gobierno, se han desatado algunas críticas. Una de ellas, la práctica del nepotismo que, al parecer, es ya una institución, pues ha sido justificada por el jefe del ejecutivo estatal. En redes sociales se ha difundido el caso de varios matrimonios que han sido designados en diversas áreas del gabinete legal y ampliado, incluso en la misma dependencia y entidad.

En los tiempos neoliberales o de gobiernos conservadores, adversarios de la Cuarta Transformación, como suele llamárseles hoy desde muy temprano, existía una norma con la que se podía castigar dicha práctica de corrupción: la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos que sancionaba, hasta con la suspensión definitiva al funcionario que de manera abierta tuviera parientes cercanos en la nómina.

Quien incurría en dicha práctica era estigmatizado. Sin embargo, al parecer, hasta la vigencia de esa ley que imprimía cierto respeto por el quehacer público, fue borrada del mapa. En cierto sentido pues, esta administración se perfila cual si fuera un retrato de familia. Todo ello, además de la falta de un perfil profesional y experiencia en la administración pública, que ya se ha puesto de manifiesto con declaraciones de funcionarias, que sólo han generado hilaridad.

El nepotismo es corrupción. Y no debe ser permitido, pues la institución gubernamental no es coto personal ni, mucho menos, legado familiar. Pero eso no es lo único. Se habla de funcionarios que tendrían un negro historial delictivo o de otros servidores públicos menores, señalados de acoso sexual o de difundir en chats, fotos de indígenas desnudas de su propia etnia. Todo ello, castigado por la actual y vigente Ley Olimpia.

Durante la larga hegemonía de la mafia del poder, señalamientos y acusaciones probadas, eran motivo de ceses inmediatos. Hoy no. Tal parece que hay un blindaje y complicidad institucionales. Pese a ello, y en una mala réplica del gobierno federal, se sigue culpando al pasado de todos los males actuales. Se han detectado anomalías como la posible venta de plazas o el otorgamiento de patentes de notario, entre otras. Y se advierte de investigaciones y sanciones.

Lo importante es superar el entorno discursivo y el linchamiento mediático y sin miramientos, aplicar la ley. El actual gobierno debe medir a todos con el mismo rasero e ir a fondo con quienes se presume incurrieron en prácticas de corrupción o daño al erario. Pero también corregir el rumbo. Nepotismo e ineficiencia también son corrupción. Es decir, ir más allá de ver sólo la paja en el ojo ajeno y actuar en consecuencia, si lo que se trata es de perfilar un buen gobierno. (JPA)

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