Opinión 

El comentario de hoy, martes 16 de agosto 2022

Desde hace algunos años, nuestra ciudad capital muestra los síntomas propios del abandono y la apatía. El Centro Histórico, sitio emblemático para el relax y esparcimiento de las familias oaxaqueñas de antaño, hoy luce sucio y maloliente, además, deforestado por la pérdida de algunos de sus viejos huéspedes. El citadino ha ido perdiendo espacios paulatinamente. Ora por el comercio en la vía pública, ora por indígenas que se dicen cautelados, pero, sobre todo, por la abulia gubernamental.

Algunos edificios, fieles exponentes de la arquitectura novohispana, exhiben los resabios de la destrucción y el vandalismo. Su única defensa es la denuncia ciudadana. Pero en cambio nos ponen un famoso memorial de los caídos en Nochixtlán. Con facilidad, el gobierno de la ciudad retira obras escultóricas de artistas plásticos, con el pueril argumento de que no solicitaron permiso, pero deja adefesios que sólo llaman a la confrontación social y a la eterna victimización.

En diciembre, los pasillos del Palacio de Gobierno cumplirán 12 años de estar invadidos por un grupo de triquis. No porque sea el sitio emblemático del Poder Ejecutivo Estatal, sino por la deplorable imagen que dan a coterráneos y turistas foráneos. Dicho espacio público ha devenido tianguis artesanal, cocina, comedor, hotel de paso, etc., además, claro, una virtual plaza comercial cuyos espacios se rentan. Sus beneficiarios son una especie de becarios del gobierno estatal. Reciben dinero, despensas y quieren hasta casas.

Todo ello, con el ardid de que cuentan con medidas cautelares. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, una medida cautelar es un mecanismo de protección, “mediante la cual se solicita a un Estado o país que proteja a una o más personas que estén en una situación grave y urgente de sufrir un daño irreparable”. Supongo que no son a perpetuidad ni patente de corso para apropiarse de un espacio público en una ciudad que tiene el reconocimiento de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

No es un secreto que los triquis de que hablamos no quieren regresar a sus comunidades. Se asumen desplazados, pero en su proyecto no está abandonar el negocio ni renunciar al espacio en donde, literalmente, se dejaron caer hace 12 años. Y la buena suerte les socorre. La zona sigue como escenario cotidiano de violencia, prohijada por los dirigentes que manipulan a los dos principales grupos: el MULT y su escisión, el MULTI. Estamos convencidos de que en lo que falta de la actual administración no se moverá un dedo para devolverle a los citadinos ese espacio público. La pregunta es: con la llegada del nuevo gobierno en diciembre, ¿iniciará otro sexenio de impunidad y apropiación ilícita de un grupo étnico atípico, que se asume intocable con las sobadas medidas cautelares? Tarea para los que vienen. (JPA)

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