Opinión 

El comentario de hoy, martes 13 de diciembre 2022

Durante las últimas décadas del Siglo XX y lo que va del Siglo XXI, el gobierno estatal ha sido el principal empleador de los oaxaqueños. Miles de profesionistas han encontrado ahí un trabajo. Como empleados de base, confianza o contrato, han contribuido a la buena marcha de la administración pública estatal. Después de años de esfuerzo, muchos estuvieron en lista de espera para poder cuajar un empleo de base; otros lo compraron y unos más, han seguido en diversos estatus.

Hay centenas que llevan años laborando en dependencias y entidades. Y se han convertido en piezas indiscutibles de experiencia y conocimiento. Conocen a fondo el teje y maneje de sus áreas de trabajo. Validan documentación; analizan proyectos; rubrican uno y mil trámites. Conocen las entrañas de la administración estatal. No han servido a un partido o al instituto político que gobierna; no tienen etiquetas ni colores, sino que ha laborado para una institución llamada gobierno estatal.

Sin embargo, esa sapiencia, esa institucionalidad, han sido emplazados a dejar su empleo. Al menos ocho mil empleados de confianza y contrato –así literal- de la administración central, incluyendo los organismos descentralizados, sectorizados o auxiliares, que se partieron el alma durante la pandemia, serán echados a la calle. A la mediocridad e ignorancia de los nuevos titulares y sus hordas de busca-chambas, se agrega la soberbia. Han llegado a las áreas asignadas como si fueran territorio de conquista: a borrar todo el pasado.

Desconocen por completo el funcionamiento de las mismas, el presupuesto con el que funciona, los movimientos del personal, el trato con los sindicatos, la estructura orgánica de cada dependencia y entidad, etc. Pero ya se sentaron en las oficinas de mando solamente mirando las paredes y preguntando cuánto van a ganar. Como si hubieran llegado a su feudo. No tienen ni remota idea de cómo operan, pero ya se deshicieron de los que sí saben.

Hay que ver nada más la composición del gabinete legal y ampliado, con excepciones que se cuentan con los dedos, para darse cuenta el remedo de administración que ha iniciado con el gobernador Salomón Jara. Se advierte el privilegio de la kakistocracia, como le llamó Michelangelo Bovero, al gobierno de los peores: activistas, amantes, arribistas y otras especies. Lo hemos dicho aquí: Oaxaca no está para experimentos ni para curvas de aprendizaje.

En su momento criticamos aquí con dureza al antiguo régimen con sus yupies y yopes; el privilegio de los foráneos y el desprecio por el talento y experiencia de los oaxaqueños. La arrogancia y la megalomanía que despide el quehacer público cuando no se termina de discernir que los cargos gubernamentales, de arriba para abajo, son prestados. Ya veremos en qué se traduce la mediocridad, la ignorancia, la falta de tablas, de perfil y méritos académicos, de al menos el 90 por ciento de quienes se acaban de estrenar. (JPA)

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