Opinión 

El comentario de hoy, martes 10 de mayo 2022

El pasado miércoles 4 de mayo, representantes de dos organizaciones que aglutinan a indígenas de la etnia triqui: el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT) y su escisión, el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI), firmaron un acuerdo de paz social y respeto mutuo, para el retorno de los presuntos desplazados, a la zona de Tierra Blanca, Copala. El acto de llevó a cabo en la Secretaría de Gobernación. Testigos del hecho fueron el gobernador Alejandro Murat y el Subsecretario de Derechos Humanos de dicha dependencia federal, Alejandro Encinas.

El propósito es que regresen a su lugar de origen, en un ambiente de seguridad, las personas que se han asumido desplazadas por la violencia. Éste sería el quinto intento para hacer realidad esta situación, dado que han sido los mismos dirigentes, los que no sólo han obstaculizado el retorno, sino también cualquier acuerdo de paz. El tema triqui, precisamente por la injerencia de grupos y organizaciones, desde religiosas hasta políticas, se ha vuelto un dolor de cabeza para los gobiernos federal y estatal.

Con respeto a los pueblos originarios, no es un tema menor. Lo mencionamos hace un par de semanas, esta etnia se cuece aparte. Su trashumancia la ha llevado, lo mismo a mantener un plantón, durante meses en el Centro Histórico de la ciudad de México, que apropiarse de los pasillos del Palacio de Gobierno desde hace casi 12 años. O están en la zona de La Ciudadela o en Baja California. Y, al tenor de la presión de sus dirigentes, viven exigiendo apoyos y se movilizan para lograrlo.

Desde los orígenes del MULT, fundado por el desaparecido Heriberto Pazos Ortiz, dicho movimiento ha tenido mutaciones radicales. La zona de Juxtlahuaca en donde habitan, se ha convertido en tierra de nadie. Celadas, ejecuciones, secuestros o desapariciones han sido parte de lo cotidiano. Grupos y organizaciones se acusan entre sí de la violencia y la inseguridad. Sin embargo, paradójicamente, son los principales interesados en que las mismas sigan. No es un secreto que viven de administrar la violencia y la muerte. Pero, para cubrirse, algunos de sus dirigentes han inventado el mito genial de la victimización. Es el caso del dirigente del MULT. Ex maestro de la Sección 22 y promotor de la violencia en el movimiento del 2006. Ya se saben el numerito. Por ello, siempre insistimos en que cualquier acuerdo de paz debería poner fuera de la jugada a los titiriteros. Ojalá que se mantenga el acuerdo de que hablamos al principio y no sea sólo una llamarada de petate. Porque mantener a los indígenas en permanente conflicto, también rinde buenas rentas. (JPA)

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