Opinión 

El comentario de hoy, jueves 7 de abril, 2022:

Según el calendario electoral, desde el domingo pasado iniciaron formalmente las campañas políticas por la gubernatura. Candidatos y candidatas pues, buscarán en un plano de equidad, la simpatía ciudadana que se traduzca en votos el próximo cinco de junio. Unos con estructura edificada desde hace mucho; otros u otras bogando contra corriente en un medio permeado por la publicidad que sólo recoge las bondades de un partido y los errores de los otros.

Nada nuevo para los oaxaqueños, salvo para aquellos jóvenes que debutarán en las casillas. Esperemos que quienes buscan el voto superen las viejas formas de proselitismo. Mítines masivos, discursos y muchas promesas. Algunas totalmente ficticias. El pueblo bueno y sabio ha madurado, aunque muchos sectores sigan enajenados, ya nadie los puede sorprender. Nada ofende más al ciudadano de a pie, que las promesas fallidas.

Candidatos, candidatas, equipos de campaña y partidos políticos están obligados a suscribir acuerdos de civilidad, para evitar que las diatribas y los denuestos, tan comunes en redes sociales, no promuevan el odio y la polarización entre los oaxaqueños. Ya es común escudarse en cuentas apócrifas de trolls o bots, para denostar, descalificar y en busca de satisfacciones primitivas, alentar una confrontación perversa y ordinaria en el ambiente político.

No se trata –decía don José Pagés Llergo, maestro del periodismo mexicano- “arrojar anzuelos en el mar tormentoso de las ambiciones, en una sucia cadena que invita a aprisionar las conciencias de quienes tienen la vocación de esclavos”. No. Hay que ganar simpatías con carisma –elemento esencial de la política-, pero, sobre todo, con la propuesta viable de que se busca un Oaxaca mejor.

Existe un pleno convencimiento de que los oaxaqueños le apostamos a elecciones maduras, civilizadas y en paz. A campañas de propuestas que conlleven vocación de servicio y no de enquistarse en el poder para buscar el beneficio pecuniario, que es lo que mucho ha movido a los gobernantes. Sin embargo, hay un factor que no se debe perder de vista. Alentar la confrontación y el odio más tarde que temprano mostrará sus efectos más perniciosos. Más allá de ideologías, pertenencias, credos y posturas políticas, ya es tiempo de superar el encono y ese odio que se percibe, en un ambiente oaxaqueño de intolerancia, insatisfacción o frustración que arrastran muchos que, desde el anonimato, lanzan dardos envenenados, asumiéndose depositarios de la moral pública. Para ello sólo queda la denuncia o ponerlos en la ruta de la ley. (JPA)

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