Opinión 

El comentario de hoy, jueves 17 de agosto 2023

Y sigue el debate sobre los controvertidos libros de texto gratuitos. Desde los años sesenta del Siglo XX que, según los especialistas inició el programa como un coadyuvante de la educación que imparte el Estado Mexicano, hasta estas fechas, no se había cuestionado tanto su contenido. Por más que lo han querido maquillar con consultas inciertas y la participación de supuestos especialistas, maestros y padres de familia, el gobierno federal está hoy en un serio dilema de credibilidad.

Según los responsables de la opacidad y nula información sobre las que fueron redactados sus contenidos, sólo se han contabilizado 20 errores. Pero no. Hay muchos más en cuestiones de concepto, barbarismos, el sesgo histórico para apuntalar la ideología dominante, el dogma del marxismo y hacer del régimen actual casi un modelo, como si el proceso enseñanza-aprendizaje y la didáctica fueran instrumentos de propaganda política. El gobierno de López Obrador tan reacio a la crítica, debe admitir que se equivocaron.

Ya hemos dicho que el fanatismo y la ignorancia son el opio de los pueblos. La pobreza, mucho se ha dicho, no es el destino de nuestra gente. Sólo la educación puede crear las condiciones de superación personal y del progreso generacional. Y ello no será posible en tanto que, por querer borrar de un plumazo la supuesta propuesta neoliberal o conservadora, ésta devenga ideología, fanatismo, polarización social. Lo grave es pretender construir una nueva historia, haciendo de los valores y símbolos nacionales, no más que un referente, bajo el rasero inquisitorio de un régimen que sólo ha polarizado a los mexicanos.

Sin embargo, una cosa son los libros de texto, otra los programas y planes educativos. Históricamente se han empatado ambos. Es decir, se ha buscado congruencia y que unos y otros vayan de la mano. Se trata, seguramente de otro capítulo del que, a la fecha, poco se ha comentado. Compete a los maestros, más allá de sus filias y fobias ideológicas, o las que les hayan anexado sus dirigentes, ver ambos con afán crítico y constructivo.

Porque al final del día, ni padres ni madres de familia estarán frente al grupo, sino sólo los maestros. Y en Oaxaca, en la medida en que éstos sigan tomando la docencia no con vocación o compromiso social sino como ariete para lograr privilegios y prebendas o empeñados en sus paros locos y movilización perpetua, poco podemos esperar de una mejora sustancial en la educación de nuestros hijos. Un ejemplo lamentable es que, ni siquiera se ha iniciado el ciclo escolar y ya pende sobre la cabeza de niños y jóvenes, la amenaza de paro indefinido. Y eso es no tener ni ética, ni apostolado educativo, menos, conocer el decoro y la vergüenza. (JPA)

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