Opinión Portada 

El comentario de hoy, martes 22 de abril:

Aunque en el municipio de Oaxaca de Juárez parecen no reparar en el hecho, los efectos de la gentrificación son cada día más nocivos para los citadinos. La vida se ha encarecido tanto que nuestra capital está por arriba del costo en otras ciudades en el país. No se diga la plusvalía en la propiedad inmobiliaria, fuera de toda expectativa. La vivienda más sencilla se cotiza en millones.

En los últimos años se ha dado el arribo de centenas de extranjeros o personas de otras entidades del país, que han llegado con el espejismo de la pintura, la gastronomía, el mezcal y todo lo que conlleva nuestra cultura ancestral. Los llamados barrios mágicos y todo lo que se ha establecido en ellos -antros, restaurantes, cafés- parecen ser exclusivos para el disfrute ajeno.

La capital se ha convertido, asimismo, en sitio de moda para la realización de bodas y eventos familiares. Se trata de personas de evidente poder económico. Si bien es cierto que, como mexicanos, todos tenemos el derecho de caminar por el territorio nacional sin ser objeto de obstáculos, quienes acuden aquí a celebrar están en todo su derecho. Desde luego, sin que ello trastoque o vulnere el derecho de los mismos oaxaqueños a llevar su vida con normalidad.

Las oficinas de Turismo estatal y municipal afirman que, dichos eventos dejan buena derrama económica en hoteles, restaurantes, tiendas de artesanías y otras. No pueden decir lo mismo quienes se encuentran de momento atrapados por las calendas que recorren las calles del Centro Histórico a su arbitrio. Sin auxilio de la Policía Vial Municipal, ni quien oriente al ciudadano común sobre vías alternas.

Hace días, un sujeto, como un vulgar energúmeno y envalentonado por la multitud –luego lo identificaron como una verdadera fichita- se lanzó a patadas sobre un vehículo, cuya conductora insistía en circular en calles, donde la famosa calenda hacía paradas a cada momento. Si se parte de la premisa de que este gobierno local quiere sacar dinero de donde sea, bien puede el Cabildo de fijar las normas claras y el reglamento para este tipo de eventos y evitar hechos tan bochornosos.

Si bien es cierto que lo que priva aquí es la anarquía, no es nada fortuito un intento de buen gobierno delimitar, al menos en el marco de la ley, hasta dónde los derechos del ciudadano común están protegidos. Pero también hasta qué punto, el hecho de obtener unos cuantos pesos, puede conculcarlos y poner en riesgo en clima de libertades que tenemos como contribuyentes que aquí pagamos nuestros impuestos.

¿O es que acaso debemos estar expuestos a ese tipo de agresiones impunes y que venga quien venga, a imponernos su propia ley, ante una autoridad omisa y complaciente? (JPA)

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