De paradojas y utopías Portada 

SCJN: ¿La sombra de Juárez?

RAÚL NATHÁN PÉREZ

“En estos tiempos, o hay que ser esclavo o ejercer
el poder, o hay que tener miedo o inspirarlo”
Salustio, La conjura de Catilina, I, 10.11, p. 242

1).- Simulación y autocomplacencia

Es impresionante lo que vive México en estos tiempos. Pasó el fraude de elección judicial, con el rechazo de 9 de cada 10 ciudadanos; con un rosario de anomalías, violaciones a la ley, millones de votos nulos, complicidades, manipulación, etc., pero, para los nuevos íconos de la transformación y del partido hegemónico, fue un éxito. Una fiesta cívica al ritmo de los acordeones. La apoteosis de lo que nos queda de democracia. El 95% de los elegidos pintados de Morena. La mayoría, calificados (as) en las atarjeas pestilentes del favoritismo; validados (as) por la ruindad y la autocomplacencia. Con contadas excepciones, ministros, magistrados y jueces sacados de la nada; sin tablas en el oficio. Llegan ciegos a donde les hubiera costado años de esfuerzo y sacrificio. México quedó abrumado por el peso de la mediocridad campante.

La crítica que cuestionó esas fórmulas se fue al vacío. Avasallaron al sistema judicial con tómbolas, secrecía y maquinaciones. Quedó claro que todo aquel que pueda contribuir a la riqueza de pensamiento quedará aplastado por la moda política. Como miles de expertos en Derecho y Jurisprudencia que fueron bateados. El marco legal y constitucional del país quedará supeditado a las vanidades, ardides y obscenidades de quienes se asumen los dueños de México. Un territorio fértil para la ilegalidad, la impunidad y el narcotráfico, donde prospere la barbarie, la estupidez y la intolerancia. La libertad que terminará en despotismo.

2).- Juárez: ardid publicitario

Luego de la frustrada jugada para imponer a la ministra Lenia Batres, la elección fraudulenta tuvo un capítulo sorpresivo, aunque esperado: la nominación como presidente de la SCJN, del abogado oaxaqueño Hugo Aguilar Ortiz, de raíces mixtecas. Obtuvo el mayor número de votos. Hecho que ha sido calificado como algo inédito, histórico, trascendente. El arribo de un miembro de los pueblos originarios a la cabeza del más alto tribunal justiciero del país. Y se le equipara a Benito Juárez, que en 1857 ocupara el referido cargo. Ni devoto del “Benemérito”, del “Coloso de Guelatao” y de todo el mito en torno; ni apologista, corifeo o prosélito, más que respetuoso de nuestros pueblos originarios, dicha comparación es, en mi opinión, un despropósito; un ardid publicitario; una “genial impostura” cuatrotera.

En principio, son contextos históricos distintos. Hay, cierto, algunas analogías y diferencias. En el México convulso de la Reforma y la República Restaurada de la segunda mitad del Siglo XIX, el país estaba desangrado por las luchas intestinas y la Guerra de Intervención. Hoy está salpicado de sangre por la abominable complicidad del Estado y la clase política con los grupos criminales. El pueblo ignorante y en la miseria no ha cambiado mucho. Igual de polarizado, fracturado y enconado. Un grupo de liberales encabezados por Juárez buscó darle rumbo a la República. La Generación del 57, con figuras como Lerdo de Tejada, Iglesias, Degollado, Prieto, Ocampo, Ramírez, y oaxaqueños como Porfirio Díaz, Ignacio Mejía, Matías Romero, Ignacio Mariscal y Manuel Ruiz. Nada que ver con la caterva de delincuentes enquistados hoy en el poder legislativo y otros cargos.

3).- La ley o la popularidad

La impartición de justicia –mucho se ha dicho- nada tiene que ver con la popularidad. La ley es seca. Es dura, pero es la ley, reza la frase latina. Juárez no llegó a la Corte por favoritismo ni por azar; mucho menos llevado de la mano por autócratas. Hizo carrera judicial, además, se requería un espíritu firme, incorruptible, un jacobino de piel morena, convencido de la fuerza del Derecho. Un indígena que se ubicó en su tiempo y en su circunstancia; que usó la toga y el birrete, no pretendió disfrazarse de jefe tribal. Se sometió al juicio implacable de la historia, que mucho lo ha juzgado.

No obstante la crítica, esperamos que el espíritu juarista sea guía del nuevo presidente de la SCJN. Que consolide un poder judicial autónomo, independiente, imparcial para impartir justicia y emitir sentencia. No un vergonzoso apéndice del Poder Ejecutivo o patiño de la banda de fascinerosos enquistados en las cámaras. Sacar la casta de quienes llevan con orgullo el color de la tierra; de la raza de bronce; la impasible serenidad del indio de Guelatao. En un ambiente de tanta impunidad, doble moral, el imperio del crimen y la banalización del Estado de Derecho, será, sin duda, una labor titánica. Doblegarse no es alternativa. Será darle la espalda a la historia y al legado de Juárez.

BREVES DE LA GRILLA LOCAL:

— Luego de tres semanas de paro y plantón, el Cártel 22 jugó el papel que le es propio: encender la mecha y abrirse. Así lo hizo en 2006 y en 2016. Tiene fama de traidor y acomodaticio. Maneja un discurso beligerante, pero, por detrás, hace arreglos en lo oscurito con el gobierno. Va por lana no por demandas. En la reciente movilización le metió a sus alforjas 800 millones de pesos adicionales y le dio la vuelta a los locos de la CETEG. ¿Conclusión? La línea de flotación de la CNTE está averiada. Un empujoncito y volverá a ser lo que ya era: una entelequia, un membrete, un fantasma del chantaje. 

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