Reflexiones pre navideñas por Samael Hernández
Por Samael Hernández Ruiz.
Ha iniciado el proceso electoral en Oaxaca y los interesados han hecho presencia mostrándose a los medios de comunicación con lo mejor que tienen.
Desde el Partido de la Revolución Democrática se escuchan las voces de José Antonio Estefan Garfias, Benjamin Robles Montoya, Francisco Martínez Neri, y otros más. En el PRI levantan la mano Héctor Pablo Ramírez Puga, Samuel Gurrión, Eviel Pérez Magaña, Alejandro Murat y algunos con menos visibilidad, pero con iguales deseos. Del PAN poco se sabe, o son muy discretos o en Oaxaca no hay gallo a su medida. De MORENA se dice que Andrés Manuel López Obrador pondrá de candidato a quien le plazca, así de sencillo.
Todos declaran en la prensa, dan entrevistas, se toman fotos, suben notas a las redes sociales y se reúnen con sus contrincantes para que la gente vea que no se odian, que solo compiten por el bien de Oaxaca.
Las dirigencias de los institutos políticos, por su parte, preparan las plataformas electorales, nombran sus representantes en todas las instancias que exige el proceso electoral, la campaña y las elecciones de junio del 2016. Se dejan querer por los suspirantes y hacen como que nadie les importa, porque habrán de escoger al mejor hombre del partido, que será el mejor hombre para Oaxaca.
Pocos creen en lo que ven y en lo que oyen. Los “conocedores” se empeñan en interpretar cada palabra, cada gesto, cada imagen, cada chisme, cada guiño de los presuntos; como lo hacía aquel personaje enfermo de amor de la extraordinaria novela de Ian McEwan. ¿Para qué se toman tantas molestias? Para nada, por el simple placer de anticiparse a todos los demás y poder afirmar: se los dije.
Quienes militan en algunos de los institutos políticos, se muestran cautelosos en extremo; saben que un desliz les puede costar un sexenio de penalidades, seis años de vida en el error, o tal vez la imposibilidad de reivindicarse en las elecciones del 2018. ¡No! No se puede ser tan irresponsable, hay que esperar a que se den los tiempos del partido y apoyar al que el partido designe como su abanderado. Sabia virtud de conocer el tiempo.
Las parodias no se limitan a la anterior en este mundo pre-electoral. Si el inolvidable Chava Flores viviera, quizás diría: ¿A qué le tiras cuando votas mexicano?
Ciertamente, el pueblo llano, los hombres y mujeres de a pie, los que viven al día y se truenan los dedos los fines de quincena, porque llegarán planeando como aviones sin combustible a fin de mes, sin ocho pesos para el camión y sin cena navideña, ya no digamos regalos, Santa Claus y esas cosas, excluyendo claro, las posadas, que es la manera en como los seres de carne y hueso festejan estar vivos agradeciendo al Jesús del pesebre, el nacido de una virgen, la oportunidad de seguir penando. Colofón, solo la solidaridad del colectivo hace todavía posibles los festejos.
El pueblo llano toma venganza de los hombres y mujeres de la política no porque la política sea mala, si no porque la han envilecido como otros han envilecido la lucha libre, la caridad, la poesía, el cine, la ciencia,el amor libre y las velas de mi pueblo.
El pueblo llano toma venganza de muchas maneras: no yendo a votar, (obtiene su credencial de elector que no elige porque le sirve para otras cosas) o prostituyéndose al vender su voto para recibir un vale o algo que le aseguré a sus hijos que comerán el día de las elecciones o que su pueblo tendrá agua, un puente, luz o molino de nixtamal; algo que haga que se perdone a la Magdalena electoral que muchos llevamos dentro.
Me llaman la atención quienes dicen que castigan a su político votando por otro político que consideran menos malo o más estúpido, para ver si su gallo se da cuenta de que la está regando. Voto perdido, dicen algunos, vale más votar malo por conocido que independiente por conocer.
Esa es otra forma de venganza que está de moda, sufragar por un político independiente; que deja de serlo tan pronto gana las elecciones. En esto último consiste la venganza, una venganza antimonopólica, porque se vota en contra de los partidos corruptos, pero no hay garantía de votar a favor de alguno honestos, situación que nos lleva a un viejo problema estadístico: o se corre el riesgo de aceptar una hipótesis falsa o se corre el riesgo de rechazar una verdadera. Lo anterior se resuelve estableciendo la suposición de una distribución normal cuya cola indique la menor probabilidad de que cualquiera de los dos eventos ocurra.
Lástima de ciencia, en la política post moderna de Oaxaca, lo común es que la cola de los políticos impida cualquier cambio favorable para quienes viven de manera normal, es decir, sin cola.
Hoy en Oaxaca vota menos del cuarenta por ciento de la lista nominal, el candidato del partido victorioso recibe el apoyo una minoría, misma que siempre suma cien en la extraña aritmética política mexicana, donde el cien de la lista nominal, se sustituye por el cien de los pocos que van a votar, bajo un absurdo principio que parece establecer que una de las partes es igual al todo. De esto resulta una paradoja: una minoría gobierna mediante elecciones democráticas que deberían garantizar el gobierno de las mayorías. ¿Hasta cuándo?