De paradojas y utopías 

Herrera/de Valdivia: Réquiem

Lamento la partida de dos buenos amigos:
Don Enrique Pacheco y Miguel Herrera. QEPD

1).- A manera de introducción

Uno de mis autores favoritos, George Steiner, en su prolífica creación, publicó una obra: Errata (Siruela, Madrid, 2001), cuyo subtítulo es: “El examen de una vida”. La suya propia. No soy ni un versado en letras ni, en sueños, de tal sapiencia universal. Pero de él aprendí que la memoria es madre de las Musas y que a los clásicos hay que leerlos con lápiz en la mano. Y de uno de ellos, Marco Aurelio (Meditaciones, Libro IV, Taurus, México, 2022), comprendí que “en ningún lugar encuentra el hombre refugio más apacible, más tranquilo que en su propia alma, sobre todo cuando atesora aquellos bienes que, con una sola ojeada, nos devuelven enseguida la libertad del espíritu…” (p. 35).

No quiero abusar de las citas, sólo ubicarlas en el contexto de interpretación de la obra de un amigo, con quien compartí lecturas y experiencias en el trabajo y el mundo de las letras y el periodismo: Miguel Herrera López, de profunda raigambre oaxaqueña, quien falleció el viernes 3 de marzo. Es una pena no haber escrito esto cuando aún vivía y hacer cierta la frase común: “En vida hermano, en vida”.

2).- Una breve acotación

Incomprendido por algunos; reconocido por los más, este economista, historiador, experimentado ex funcionario, defensor a ultranza de su Alma Mater: la UNAM, fue, además, acucioso investigador del pasado –no aficionado ni costumbrista, sino ligado a la historiografía y al rigor metodológico-. Hizo una compilación de su obra, que inició con un ensayo sobre “La conquista espiritual de Nueva España”. Y dejó abierta la discusión. Reivindica a la orden franciscana y a Joaquín de Fiore. Refiere a los monjes mendicantes: fraticelli, bianqui, valdenses. El tema religioso del que era conocedor.

En nuestra última, aunque reciente conversación telefónica, en tono jocoso le comenté la omisión de una orden excepcional: los goliardos –clerici vagante-. Y uno de sus exponentes más destacados: François Villon. Vago, borracho, siempre al filo de la ley. Sus poemas fueron recopilados y figuran en el archivo musical Carmina Burana. Villon murió en la horca en 1463, por asesinar a un religioso. En el cadalso lamentaba con ironía: Saura mon col que mon cul poise (Sabrá mi cuello que mi trasero pesa).

3).- En primera persona

Si hay algo que siempre caracterizó los escritos de Herrera/de Valdivia fue su profundo amor a México y más aún, a Oaxaca. Escribió y disertó sobre una amalgama de temas históricos nacionales y otros tantos locales. Crítico mordaz de la insistencia de algunos –común en Oaxaca- de añadir el segundo apellido a íconos de la historia, bajo una premisa: en el Siglo XIX todos firmaban sólo con el paterno. Nada de Benito Juárez García, ni Porfirio Díaz Mori, ni Margarita Maza Parada, menos Juana Catalina Romero Egaña.

En sus colaboraciones dominicales para El Imparcial. El Mejor diario de Oaxaca, Mario de Valdivia –o Miguel Herrera o como dijera J.L. Borges, lo mismo da- durante tres décadas cumplidas, revisé e integré sus artículos al menos desde 1999 a la fecha. Primero como Director Editorial, luego como Director Adjunto y, hoy, como modesto colaborador. No proclive a los lugares comunes ni seguidor de tabúes, pulverizó el mito de La Guelaguetza y su conversión en un espectáculo circense. El devenir de “homenaje racial” en evento taquillero.

4).- Puntilloso y severo

Sería largo enumerar el catálogo de temas abordados a lo largo de una vida prolífica de lectura, reflexión y análisis, que se condensan en: México: seis notas históricas (Carteles Editores, Oaxaca, 2023, 275 pp.). Ahí discurren, asimismo, conferencias y anotaciones; remembranzas y vivencias. Más aún, de incursiones anteriores y posteriores en otros medios impresos como el ya desparecido Carteles del Sur, dirigido por don Néstor Sánchez u otros, como El Universal o El Sol de México. En todo ese periplo, hay personajes omnipresentes: Benito Juárez, Porfirio Díaz y José Vasconcelos, abordados desde una perspectiva crítica no apologista. Una forma sui generis de restituirle su dimensión histórica.

5).- De colofón

Hace al menos un mes, Mario de Valdivia publicó en su “Hoja por hoja”, una especie de epílogo a su obra periodística. Bajó la cortina. Miguel Herrera, su alter ego -¿o al revés?- padecía un grave carcinoma. Pese a ello, durante al menos una década no se dobló. Con ánimo y sobrada lucidez fue capoteando la metástasis. Internamientos en el Instituto Nacional de Cancerología (INCAN), quimios, radios y demás. En últimas conversaciones me dejó en claro la certidumbre del axioma de Aquiles: que la mañana, tarde o noche de nuestra partida, ya está escrita.

Con el dolor a cuestas dejó atrás el culto idólatra a la juventud, o a la propaganda que pregona que, “lo contrario a ser joven es estar enfermo”, como dice F. Savater. (La vida eterna, Ariel, Madrid, 2007, p. 63). Incluso del nom omnis moriar de Horacio. No me moriré del todo. Porque su obra escrita –con reconocimiento o no de los eruditos- navegará en el tiempo, pero nunca morirá. En fechas recientes intenté levantarle los ánimos con aquella frase atribuida a Catulo: “Reafirma, soportando el dolor que te mina, la terca voluntad de soportar la vida”. (Thornton Wilder, Los idus de marzo, Alianza, Madrid, 1978, p. 110). Pero se adelantó. Descanse en paz Herrera/De Valdivia.

BREVES DE LA GRILLA LOCAL:

— En menos de tres días perdí dos amigos. El último día de febrero dejó de exitir don Enrique Pacheco Álvarez quien me distinguió con su amistad y deferencia. En breve cumpliría 92 años. Compartí con él, en los largos desayunos del Misión de los Ángeles, su pasión por la lectura. De memoria lúcida, bibliófilo, lector imcorregible, apasionado de Michel de Montaigne, actor e historiador de la política oaxaqueña, formó un acervo impresionante de material hemerográfico y bibiográfico en su casa de Las Rosas 127, Colonia Reforma. Me asumo responsable de no haberlo buscado en los últimos meses, para disfrutar de su sabiduría y conocimientos.

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