EL COMENTARIO DE HOY… octubre 27 de 2015
En la decisión del gobierno de Gabino Cué, de dar marcha atrás en el controvertido asunto del Centro Cultural y de Convenciones en el Cerro de “El Fortín”, sólo el maniqueísmo perverso puede verlo como el juego de vencedores y vencidos. Hay que privilegiar la cordura, la decisión de Estado de no contribuir a la confrontación de los oaxaqueños, pero sobre todo, de no dejar como remanente transexenal, el rescoldo de una obra que nació con el estigma de la opacidad y el conflicto de intereses.
Fue sin duda alguna, una decisión sabia y en pleno convencimiento de que si bien en la consulta del pasado cuatro de octubre triunfó el “sí”, dejó en la sociedad oaxaqueña la huella indeleble de la sospecha de que seguían vigentes las viejas prácticas. Algo así como la “política de prótesis”, como le llama el pensador alemán, Hans Magnus Enzensberger, que significa hacer las cosas a como dé lugar, inclusive atropellando los derechos y el obligado consenso al que se comprometió el ejecutivo estatal a principios de su gobierno.
En lo personal, asumo que se trató del triunfo de la sociedad civil, de la sociedad organizada, sin personalidades, pero sobre todo, porque decisiones como éstas, así generen controversia, deben ser práctica común de los gobiernos que se dicen emanados de procesos democráticos. Es de humanos reconocer con humildad cuando uno se ha equivocado y rectificar. Privilegiar en principio el bien común y darle la espalda a quienes investidos en los cargos públicos, tratan de aprovecharlos para el beneficio personal.
Hay que recordar que nadie ha rechazado hasta hoy la construcción del Centro de Convenciones. Existe, por el contrario, un consenso generalizado de que hace falta para fortalecer las expectativas turísticas de Oaxaca. Sin embargo, la cerrazón de ciertos promotores del mismo, que se empecinaron en que se construyera en El Fortín, no obstante el tufo innegable del conflicto de intereses, metió al tema en una espiral innecesaria de cuestionamientos y escándalos mediáticos.
No se vale pues la descalificación del gobierno por echar marcha atrás, ni asumirlo como la victoria pírrica de los llamados “intelectuales”. Los oaxaqueños no sólo deploramos de funcionarios deshonestos y corruptos, sino también de aquellos que se oponen a todo por sistema y se asumen depositarios de la voluntad popular y la conciencia colectiva. Se ha perdido de vista que lo que Oaxaca requiere es superar esos viejos esquemas de división y confrontación que tanto daño han causado.
Cuando hayamos superado esos agravios, ese resentimiento y rencor, y volvamos la vista atrás, tal vez podamos valorar todo lo que nos une y lo poco que hemos hecho para superar nuestras diferencias y emprender el camino de la unidad, premisa obligada para labrar la grandeza de éste, nuestro terruño querido.