El comentario de hoy, jueves 9 de mayo 2024
Uno de los temas que sigue permeando en la agenda política, pero al que los tres órdenes de gobierno le dan la vuelta, es el de la contaminación de nuestros ríos, en especial, los ríos Atoyac y Salado. Ver fotografías de cómo eran hace poco más de medio siglo, produce no sólo nostalgia sino indignación. De aquellos afluentes a donde el pueblo acudía de visita, ni sus luces. Es el caso del Río Atoyac que, asimismo, también mostró su bravura a principios de los setentas del Siglo XX, con las inundaciones de esos años.
¿Cómo se convirtieron los playones de dicho afluente en cuasi propiedad y manzana de la discordia de sindicatos mafiosos? ¡Vaya usted a saber! Pero ha sido la apatía oficial para enfrentarlos lo que ha contribuido a que continúen como los amos y señores de lo que pertenece al afluente. ¿Cómo se transformaron sus riberas y matorrales en sitio de pernocta de alcohólicos y malvivientes? Justamente por la falta de voluntad política para salvar dicho afluente, hoy maloliente y depósito de descargas de aguas residuales.
Lo que más sorprende es que, pese a que grupos de la sociedad civil han logrado que jueces del Poder Judicial de la Federación emitan sendos amparos para salvaguardar nuestros ríos, las autoridades locales simplemente hayan hecho oídos sordos y, en abierto desacato se han encogido de hombros. Es decir, el tema de la contaminación simplemente no les es rentable, ni económica ni políticamente. Sólo falta que a las manos altruistas que han hecho la noble labor de reforestar, les prohíban hacer aquello en que las autoridades han sido omisas.
La ciudad, asimismo, ha padecido una constante deforestación. Centenas de viejas palmeras, jacarandas y otras especies, afectadas por plagas, han sido derribadas. Pero no se ha visto la mano del gobierno local en su reposición. Ahí yacen los troncos de las mismas, que sirven de banco en algunas calles. Los huecos que han dejado, son huella indeleble de la abulia oficial. Lo que antes lucía como área verde, hoy son eriales inanimados, secos e inertes.
A una semana de que iniciaron las campañas políticas por la presidencia municipal, ojalá que los y las aspirantes tengan al menos claridad respecto a las grandes prioridades y problemática de la capital. Para darle solución ya no bastan ni los discursos ni los buenos propósitos, menos las falsas promesas. La ciudadanía exige propuestas serias, viables y no la demagogia, tan recurrente en estos tiempos de parafernalia política. (JPA)