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El comentario de hoy, jueves 11 de abril 2024

Y vuelve a la carga el mal llamado magisterio democrático oaxaqueño. Luego de casi cuatro años de haberse suspedido el diálogo, el pasado primero de abril, la nomenclatura de la disidencia  aglutinada en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Eduación –la CNTE- sostuvo un encuentro con el presidente López Obrador. Se dice que en política nada es fortuito. Y así es. Dicha organización, caracterizada por su beligerancia y de utilizar como botín la educación pública, representa parte del fanatismo de la llamada Cuarta Transformación.

No podía quedar un cabo suelto en este proceso electoral y éste es, justamente, el magisterio. Sólo hay que ver la amenaza de paros locos, como el que tienen previsto para el próximo 15 de abril, ante la exigencia de abrogar la reforma educativa en vigor. El presidente ya les dijo que eso no será posible, pues ya no hay tiempo. Es importante subrayar que la CNTE es sólo un segmento marginal del magisterio mexicano. Sólo representa a sectores de algunas secciones como la 22 de Oaxaca, la 8 de Chiapas, la 18 de Michoacán o la 9 y 10 de la Ciudad de México.

En Oaxaca, el también conocido como Cártel 22 ha impuesto una dictadura, por encima de otros organismos sindicales o secciones, como la 59, precisamente porque ningún gobierno les ha puesto un alto. Desde Heladio Ramírez, que les dio en bandeja de plata el manejo casi total del IEEPO, hasta el de Salomón Jara que les ha dado respuesta a muchas de sus demandas, la dirigencia estatal, integrada por radicales y enfermos –así les llamó Lenin- han tenido un trato privilegiado. Hoy le dan alguna canonjía, mañana vienen por más.

Es evidente que los tiempos electorales han animado la petición de demandas descabelladas como el incremento salarial del 100 por ciento. Sin embargo, todo lo que el gobierno les pueda ofrecer no tiene como respuesta la reciprocidad. En la Sección 22 hay un total desapego con la mejora de la calidad de la educación. La permanencia en las aulas les vale. Quieren estar en la calle, enarbolando mil banderas, nada que ver con el proceso enseñanza-aprendizaje.

Hoy en día, el voto de sus agremiados es moneda de cambio para sacar a relucir el viejo ardid de la reforma educativa. Banderas pues, no les hacen falta a sus dirigentes. Siguen con la historia de la represión del 2006, de las víctimas de Asunción Nochixtlán en 2016 y de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. Y perdidos en el mundo de las ideas, han sido incapaces de actualizar sus consignas callejeras. Viejos moldes; viejas mañas de sus dirigentes. Cambiaron los vicios del charrismo de Vanguardia Revolucionaria en 1980, por las prácticas corruptas de los nuevos revolucionarios. (JPA)

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