De paradojas y utopías 

Del folklore al negocio

1).- Máscara de la jodidez

En Oaxaca vivimos lo que bien dijo Octavio Paz: una dualidad congénita. Jodidos, pero prestos para la fiesta. Gritamos y bailamos quizás para callar todo el año. Hay pobreza, pero para celebrar al Santo Patrón echamos la casa por la ventana. Aunque las deudas se paguen todo el año. La misma palabra guelaguetza es dar, es ofrenda. Hoy, es festín de la comercialización. El rollo de fanáticos y nostálgicos costumbristas; de comerciantes voraces y de aquellos que ven en los bailes estilizados, las mayordomías, las bodas sofocantes o la irrupción de modelos europeizantes, el boom de nuestra identidad originaria.

Es el evento que, de “Homenaje Racial” en 1932 fue derivando hacia los “Lunes del Cerro” para terminar como “Guelaguetza”. Hoy es, a 90 años de su invención, un espectáculo. Desde el 2006 se convirtió en rehén de la presión y el chantaje de líderes magisteriales y dirigentes de organizaciones que viven como parásitos del erario estatal y programan, para estas fechas, bloqueos y atropellos a los derechos civiles. El evento de la burguesía le llamó el Cártel 22. Por eso hacen el suyo, con lana del gobierno.

2).- Todo es Guelaguetza; todo es business

El ex gobernador Víctor Bravo Ahuja, impulsó la construcción del auditorio en 1971-72. Atrás quedó el cerco de carrizos y el templete de madera donde se realizaban los bailes. Se le llamó “La Rotonda de la Azucena”. Cada quien disfrutaba de ellos como podía. Hasta trepados en los árboles de huaje, cuya sombra era aprovechada por las familias para comer. Antaño fue típico ir a desayunar al Cerro. Caminar cuesta arriba. Eso se acabó. En efecto, fueron otros tiempos. Se ha confinado al disfrute de quiénes pueden pagar un boleto. Hasta el gobierno de José Murat (1998-2004) se conservó la tradición de dos celebraciones: la primera y la octava. Con Ulises Ruiz, fueron cuatro: dos el primer lunes; dos en el segundo. El rendimiento económico como prioridad, estaba declarado.

3).- El extinto Bani Stui Gulal

De los 70 hasta los 90 del siglo XX, la creatividad y la invención del oaxaqueño fueron manifiestos. Se celebró en vísperas de los Lunes del Cerro, el Bani Stui Gulal. Era todo un espectáculo de circo, juego de luces y vestuario, que devino boyante negocio familiar. Según sus creadores, promotores y comercializadores era una historia novelada y actuada de cómo se celebraban los “Lunes del Cerro”, desde la época prehispánica hasta nuestro días. Un conflicto familiar acabó con ella. Todo el entorno festivo de ése y el corolario, el espectáculo en el Cerro de “El Fortín”, era plataforma de gobernadores, secretarios y directores, para pararse el cuello. Invitados especiales, comelitones y borracheras interminables de folklore, convites y calendas. ¿Y la resaca? La jodidez después del jolgorio.

4).- El cristal con que se mira

Cada año, en fechas previas, una especie Junta de Notables o Tata Mandones, llamado “Comité de Autenticidad”, recorre regiones, municipios y comunidades. Como un Tlatoani preside los rituales y califica la “originalidad” de bailes y demás. Y elige a los que se presentarán. Su decisión no tiene apelación. Como la delegación de la Sierra Juárez este año. Sus danzantes no tuvieron el esquema completo de vacunación contra la Covid-19. Y la discriminación a flor de piel. En la capital, previa la presentación, ciertas delegaciones con evidente toque indígena son confinadas a hoteles “piojito”. Las de muchachas bellas del Istmo, la Cuenca o Pinotepa, mínimo a uno de 4 estrellas. En el servicio de alimentos, la filosofìa es la misma.

5).- Publicidad versus tradición

Cada gobierno le imprime su particular estilo. La Guelaguetza 2022 se publicitó hasta en el Central Park de Nueva York. Se ha llevado a cabo en las alcaldías de la CDMX. Es decir, se vende a placer. Y los boletos se revenden igual. En el rejuego de los millones no dejan títere con cabeza. Junto con la Feria del Mezcal, la de las Artesanías, la Gastronómica y un racimo de eventos, la lana va por delante. Convites, calendas, desfiles de delegaciones, etc. El pan  y el circo de los oaxaqueños. La única innovación de estos años ha sido, tal vez, la espontánea participación de “Mazapán”, un noble perro que no se sabe si porque le rompe los timpanos el ruido de los cohetes, por miedo o por imitación, no se pierde este espectáculo. Lo demás es historia.

BREVES DE LA GRILLA LOCAL:

— Esta columna se publica de manera ininterrumpida, cada domingo, en El Mejor diario de Oaxaca, desde marzo de 1996. Sin embargo, como dijera el inolvidable maestro Ildefonso Zorrilla, “también el guerrero necesita descanso”. Como un colaborador más de esta casa editorial, tomaré un obligado y apremiante receso. La semana entrante no enviaré mi colaboración.

— Dicen los bebedores y no, que el famoso operativo de alcoholímetro, a partir de las 20 horas, en temporada vacacional, con el turismo a tope y ferias de chupe, como la del Mezcal, sabe a mentada de madre. ¿Inconsciencia, negocio o estupidez?

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