Centro de Convenciones: Un mal fario
1).- Todo al revés
El proyecto del Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca (CCCO) nació torcido. Como dicen en mi pueblo: primero pusieron la carreta, luego los bueyes. Todo al revés. Un contrato, un proyecto ejecutivo y una millonada. Discrecionalidad absoluta; nula transparencia. Ya estaba elegido el lugar. A trancas y barrancas hay que construirlo ahí. Como anexo de conocido hotel que, por si ello no fuera suficiente, uno de los socios es su principal promotor: el titular de la Secretaría de Turismo y Desarrollo Económico (STyDE). Y eso está penado por la ley aquí y en China. Por lugares para construir el Centro de Convenciones no paramos. Hay decenas. Sólo tres: el ex convento del Carmen Alto, la llamada Casa Fuerte –o conjunto conventual de La Compañía de Jesús- y el espacio adyacente al Teatro “Álvaro Carrillo”. Los dos primeros le agregan un plus: son monumentos históricos. De nuestro rico acervo monumental. Pero no. Los viejos moldes del autoritarismo –¡ese fantasma aún vivo!- afloran. Primero fueron amenazas de las que se quejaban Juan Carlos Rivera de AHyMO y Onésimo Bravo de CANIRAC. Ahora ya están de pechito. Luego la escalada contra F. Toledo, al que le entraron hasta los hampones y malandrines de la CTM. La sociedad se polarizó. ¿Y la promesa de: “nunca más una obra pública de espaldas al pueblo”?
2).- La disputa interminable
La obra nació en una nube de opacidad. Desde el mismo proyecto y la dependencia responsable. Primero fue la STyDE, luego FIDELO. ¿Y la que por ley tiene la responsabilidad de la obra pública, es decir, SINFRA? Bien gracias. Muchas voces coincidieron en la nula viabilidad en el cerro de “El Fortín”. Zona de fallas geológicas; complicación vial; invasión de espacios destinados al sano esparcimiento. Nada ha valido. La onerosa publicidad; la cooptación de organizaciones: taxistas, dirigentes empresariales, etc., no ha podido opacar la inconformidad. Y la crítica no va encaminada a cuestionar per se la construcción del citado Centro, instrumento para alentar el flujo turístico, sino la nula transparencia, la discrecionalidad y el conflicto de intereses, que flota como nata maligna. Parafraseando a F. Savater: (todo gobierno) “cultiva sus propios absurdos y sus peculiares ridiculeces o inconsecuencias”. (Voltaire contra los fanáticos, Ariel, México, 2015, p. 15). Cerca de 600 millones de pesos, el costo estimado de la obra, ¿no valían la pena para convocar a un concurso y licitación nacional, en la que ganara el mejor proyecto? De seguro le hubieran entrado hasta los discípulos de Le Corbusier o herederos de santones de la arquitectura como A. Zabludovsky, R. Legorreta o Norman Foster. Pero a lo mejor no salpicaban. Por eso no.
3).- Ahora a reparar entuertos
El golpeteo ha sido innecesario. Contrario a lo que disponen los cánones del buen gobierno, pareciera que el ejecutivo estatal no defiende la razón de Estado, sino el negocio que pretenden hacer algunos de sus cercanos. No es cuestión de orgullo imponer la voluntad gubernamental. Es el abierto y soez conflicto de intereses. El costo político en estos tiempos, cuando hay un modesto repunte en su figura, por el affaire magisterial, puede ser oneroso. Hay crisis de confianza y credibilidad en vísperas de importantes definiciones políticas para el 2016. La bandera de la transparencia está desgarrada; el ícono del autoritarismo ha crecido de manera exponencial. El estigmatizado régimen de Ulises y el de Gabino parecen haberse encontrado y concitado en el tiempo. Y ¿dónde quedaron los consensos, el referéndum y esas fórmulas utópicas que se propusieron al inicio del gobierno de la alternancia y se hicieron parte de nuestro cuerpo jurídico? La consulta que se ha programado debe estar despojada de cualesquier interés personal o de facción. Una prueba de fuego para el árbitro electoral: el IEEPCO. En los setentas, en preparación de esa gran obra que fue la “Historia Moderna de México”, don Daniel Cosío Villegas acuñó una frase demoledora: “hay que hacer pública la vida pública”. Pero sin ficciones, sin maquillajes.
BREVES DE LA GRILLA LOCAL:
— Dos citas: “Medito sin palabras y sobre la nada. Lo que me confunde es escribir” (Dedicatoria del autor) y otra: “se miró y pensó al pasar: tan joven y ya oxidada”. (Clarice Lispector, La hora de la estrella, Siruela, Madrid, 2013, p.26).
— Hay quienes opinan que el senador Benjamín Robles Montoya no sólo perdió la brújula, sino la razón. Puesto ya contra las redes en torno a la anhelada candidatura de la izquierda, hoy lanza golpes sin ton ni son.