Coordenada 21 

Políticos y rechazados. Samael HERNÁNDEZ RUÍZ

ESTUDIANTES RECHAZADOS

Por Samael Hernández Ruiz.

El tema de los aspirantes rechazados por las escuelas de educación Media Superior y Superior está preocupando a más de un funcionario y político en campaña. El ejemplo más reciente es el de Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno  del antiguo Distrito Federal, hoy Ciudad de México.

Miguel Ángel Mancera al igual que Andrés Manuel López Obrador han manifestado su preocupación por la educación de los jóvenes proponiendo, el último, un modelo totalmente gratuito de universidad, que por cierto ha sido señalado por la propia SEP de no cumplir con los requisitos para obtener los registros de validez oficial de estudios (REVOE). En cuanto al primero de ellos, Mancera ha declarado que dialogará con el titular de la SEP para lograr que ningún aspirante a ingresar a la educación media superior o superior sea rechazado.

El tema de los aspirantes rechazados, preocupa por muchas razones, pero sobre todo porque es un indicador de la creciente exclusión que el sistema educativo hace de quienes desean ingresar a él. El tema de la exclusión es más amplio que el rechazo a los aspirantes, tiene que ver también con el retraso escolar y el posterior abandono de las aulas. Este último problema, en términos, estadísticos, económicos, sociales y pedagógicos, quizás sea más grave que el de los rechazados.

En este último caso, hay cuando menos tres aspectos que hay que analizar: la capacidad de servicio de las instituciones educativas, el nivel de preparación de los aspirantes y el peso de las variables socioeconómicas y culturales en la explicación del  rechazo.

La primera justificación del rechazo, en apariencia tiene que ver con el nivel de preparación de los aspirantes, se rechaza al que no aprueba satisfactoriamente el examen de admisión. Aquí ya se presenta un problema, ¿cómo definir lo “satisfactorio”? Por ejemplo, en un examen de doscientos o trescientos reactivos, ¿cómo se ponderan y se expresan finalmente en una calificación? ¿Basta un 8 para ser aceptado o se requiere de un 9? ¿Quién fija el límite inferior?

Actualmente es posible resolver con fundamento científico el problema de la cuantificación de los resultados de exámenes de evaluaciones exploratorias; pero es aún arbitrario establecer el límite de lo “satisfactorio”.

En la práctica, lo “satisfactorio” se resuelve a partir de los lugares disponibles en una institución educativa. Si en una institución hay cien plazas y ciento cincuenta aspirantes, lo “satisfactorio” de sus resultados, se acota por el número de plazas disponibles. No importa que haya aspirantes con diez de calificación, si ya no hay plazas.

El primer problema a resolver es el de contar con el número de plazas, en igualdad con el número de aspirantes, así, el nivel de “satisfactorio” se podría establecer sólo en términos de conocimientos y habilidades adquiridos previamente.

No obstante, el hecho  es que la diversidad de nuestros servicios educativos, hace imposible satisfacer el deseo de los aspirantes, por ejemplo, si todos desean entrar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se han ensayado políticas en el sentido de escalonar los calendarios de exámenes de admisión, para que por un efecto de cascada se aprovechen todas las plazas disponibles en todas las instituciones; pero no ha resuelto el problema de la preferencia de los aspirantes.

Tal vez la solución del problema anterior, para el caso de la educación media superior, deba considerar  la creación de un modelo único de bachillerato, con independencia de las instituciones de nivel superior. Habría que agregar que dicho modelo único, se reforzaría con modalidades presenciales y no presenciales.

rechazados

El caso de las escuelas de nivel superior es más complicado, porque su diversificación responde a la dinámica compleja del desarrollo de la sociedad y no sólo a la conveniencia pedagógica. Por otra parte, un solo factor económico, dificulta la creación indefinida de  plazas en las licenciaturas: el empleo.

Si una institución de educación superior incrementa sin límite el número de sus egresados, estaría contribuyendo al desempleo o subempleo de los mismos; pero, si lo limita demasiado, les estaría negando el derecho a ingresar al mercado laboral mejor calificados.

¿Cómo se puede resolver un dilema como el anterior? Es muy difícil pero no imposible.

He repasado dos de los tres factores que parecen asociarse con el tema de los estudiantes rechazados. El tercero tiene que ver con variables socioeconómicas y culturales. Algunos estudios señalan que variables tales como el sexo, la edad, el nivel de ingreso familiar y la educación de la madre, son variables que se asocian con el ingreso o rechazo de los estudiantes en las instituciones de educación superior. En efecto, parece ser que los hombres tienen más probabilidades de ser aceptados que las mujeres, los de mayor edad que los de menos años, aquellos que provienen de familias con más de diez salarios mínimos y los que tienen la suerte de tener a una madre con bachillerato terminado, tienen mayor probabilidad de ingresar a las instituciones de educación superior, y más aún si son egresados de una escuela particular. Los estudios no son concluyentes, y tampoco señalan la forma en cómo dichas variables afectan la probabilidad de aceptación o rechazo de los aspirantes, si es de manera directa o indirecta, es decir, a través de otras variables.

El tema de los rechazados tiene sus bemoles, pero sin duda, hay que intentar resolverlo y cuanto antes mejor.

Celebro que los políticos se estén preocupando por el futuro de nuestros jóvenes, me queda la duda de si su actual interés no tendrá que ver con el hecho de que, en las elecciones del 2018, en las cuales se elegirá al presidente de México, el voto juvenil será determinante. Puede ser, ¿usted qué opina?

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