De paradojas y utopías 

Murat, precandidato único

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Desde hace meses las luces y señales; los indicios y razonamientos apuntaban hacia Alejandro Murat

Raúl NATHÁN PÉREZ

1).- Destape largamente anunciado

En la realpolitik de este país los caminos se entrecruzan, traslapan y se confunden entre sí, que es difícil distinguir entre espejismo y realidad. El fenómeno del poder dice José Antonio Marina, “ha fascinado, atraído y espantado a antiguos y modernos. Es la autoridad, el carisma, el dominio”. (Dictamen sobre Dios, Anagrama, Barcelona, 2005, p. 46). En México, el fenómeno del poder político es más complejo aún. Arrasa sin piedad. En el PRI, hoy montado en el poder político nacional, luego de doce años de oscurantismo panista, el juego democrático y de inclusión, es parte de ese modus operandi que ha sorprendido a sociólogos y politólogos del fenómeno México, desde hace mucho tiempo, como Peter H. Smith o RodericAi Camp, entre otros. El presidente del CEN del PRI, Manlio Fabio Beltrones hizo su juego. Ése que ha hecho toda la vida y que le ha permitido mantenerse en el quid de las grandes decisiones; con todas las mañas; el malabarismo; la simulación en la que es experto: la lealtad incondicional al poder presidencial.

Convocó a siete priistas distinguidos: Benítez, Gómez Sandoval, Gurrión, Murat, Eviel, Martín y Villacaña. Los conminó a suscribir un pacto de unidad. Dos, una priista, Mariana Benítez y un externo, siguieron su juego aparte. Al ausente del cónclave “de los siete”, Gerardo Gutiérrez Candiani, aún le quemó incienso en la reunión con la Canacintra. Luego arremetió: “algunos empresarios simpatizantes del tricolor, rechazaron las candidaturas independientes”. Obvio: desde hace mucho tenía clara la película. Antecedentes irrebatibles de amistad, institucionalidad y colaboración con el presidente Enrique Peña, ubicaban en la ruta, sólo a uno. En este país nadie le renuncia al presidente de motu proprio, salvo que haya acuerdo previo. Desde hace meses las luces y señales; los indicios y razonamientos apuntaban hacia Alejandro Murat. Renunciar al Infonavit fue una señal. Placearse sin demasiados aspavientos en territorio oaxaqueño, fue otra. El registro de la coalición PRI/PVEM fue una más. El Verde ya se había pronunciado a su favor.

2).-La unidad, condición ineludible

En sus Memorias sobre el arte de gobernar, (pp. 18-19), no se equivocó Luis XIV al decir que: “para lograr las cosas, el primer paso es creerlas posibles”. Los retruécanos de la unción como precandidato único, sin duda, no fueron simples. Se sabe que el grupo del exgobernador Ulises Ruiz presionó hasta el final. Los promotores del senador Eviel Pérez Magaña hicieron lo propio. Los trillados caminos de los acuerdos, los pactos y los compromisos, ésos que se guardan en la opacidad cupular. ¿Cedió Murat candidaturas a cargos de elección popular, presidencias municipales, cargos públicos, etc.? Es posible. La liga se estiró demasiado. Y es que sin apologías ni mucho menos quemar incienso, Murat hubo de remontar descalificaciones y denuestos: la residencia, las encuestas que presuntamente lo ubicaban detrás de Pérez Magaña, el ascendiente de su padre y otros. En torno a los primeros, se impuso en iussanguinis, que mantiene a salvo sus derechos civiles y políticos. Hijo de oaxaqueño, es oaxaqueño. Punto. También le entró al bombardeo mediático The New York Times y Reforma.

Murat requiere hoy de una obligada operación cicatriz, antes de que la cargada arrase con cualquier propósito en ese sentido. No hay que olvidar que cada proceso electoral es para los oaxaqueños, una vuelta a la manivela del potro de tortura. Un giro más al garrote vil. Pero además, es la fiesta del escarnio, del rumor, del dolo. La orfandad de una cultura política que sólo se explica por el conflicto, la complicidad o la conveniencia. Una política en su fase decadente, envilecida, emputecida. El cinismo y la simulación como arquetipos de eficacia, de manipulación, del beneficio personal por encima de todo. Somos el Oaxaca de los contrastes, de las paradojas. De una enfermedad congénita y crónico-degenerativa. El Oaxaca enfermo, pues. Así a secas. La nueva generación política que representa Murat, debe convertirse en una alternativa viable para enfrentar los retos de un gobierno estatal sumergido hoy en el desencanto; desfondado; una entidad ingobernable, presa de intereses de grupos, facciones y cofradías; con organizaciones sociales parásitas de la dádiva pública y hoy, un Oaxaca en disputa por los cárteles de la droga que, al menos en un mes han dejado una estela sangrienta: más de cincuenta ejecutados.

 

BREVES DE LA GRILLA LOCAL:

— Sólo el viernes pasado hubo en la entidad siete ejecutados. ¿Será ésta una de las entidades más seguras del país que tanto se cacarea en los discursos oficiales o somos ya émulos de Guerrero o Michoacán? Es una pregunta. Que conteste la ciencia, como dice mi colega de “Entredichos”.

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