La controversia del GCE
La semana pasada, el Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), empresa líder de opinión pública en el país, que dirige LIÉBANO SÁENZ, calificó a la ciudad de Oaxaca, como una las más inhabitables en el país. Aunque no da detalles del sondeo o la muestra, lo cierto es que la calificación no fue bien recibida en Oaxaca, principalmente en la capital. El presidente municipal, JAVIER VILLACAÑA, a través de su Coordinación de Comunicación Social, refutó la especie. Y no le hizo falta razón, pues si bien es cierto que los parámetros de una ciudad tranquila que lo fue hace algunos años, han cambiado notablemente y en detrimento de la ciudad. Y no precisamente por la violencia.
Sin duda alguna, uno de los factores que más ha incidido para hacer de Oaxaca una ciudad inhabitable es, justamente, la mal entendida libertad de expresión y la excesiva tolerancia que bien han aprovechado tanto la Sección 22, que dirige aún RUBÉN NÚÑEZ GINÉZ y FRANCISCO VILLALOBOS, que el abultado directorio de organizaciones sociales, entre otras, como el MULT, FALP, COCEI, los sindicatos universitarios y las mafias del transporte, que cada día realizan más acciones temerarias y fuera de la ley. Todos ellos sin distinción, han sido intocables. Así de simple. Esta situación, por supuesto, no es imputable al gobierno de la ciudad sino en donde se toman las decisiones de política interna.
En efecto, las negociaciones para alimentar la voracidad de mentores y grupos de chantaje, no se dan en el entorno municipal, sino en el estatal y el federal. Por ejemplo: los abusos y atropellos de la CNTE/Sección 22, durante los más de tres meses que mantuvieron el sitio a la entidad, no se resolvían aquí, sino que hoy se sabe, tenían casi la venia del entonces Subsecretario de Gobierno de la SEGOB, LUIS ENRIQUE MIRANDA NAVA. El maridaje entre este personaje y el magisterio disidente se descubrió hace sólo unas semanas. Sin embargo, los aludidos hicieron aquí destrozos, disturbios, boicotearon La Guelaguetza e impidieron que los turistas disfrutaran su estancia. Obvio, en esas protestas más bien de actos vandálicos, los monumentos históricos han sido los receptores de la frustración de muchos enfermos.
El calificativo de inhabitable o una de las ciudades en las que nadie se atreve a vivir pues, no tiene que ver con un mal gobierno local o la apatía del mismo, sino con una serie de concesiones, tolerancia, arreglos en lo oscurito y complicidades que se escudan detrás de esas movilizaciones que mantienen a la ciudad y sus habitantes, sometidos por turbas de fanáticos y orates. (JPA)