El comentario de hoy, martes 26 de agosto 2025
Una de las tareas pendientes del gobierno de la Primavera Oaxaqueña es, sin duda alguna, el tema de la gobernabilidad. Y es que, en los discursos, algunos funcionarios presumen que la paz social está garantizada. Si partimos de la premisa de que uno de los rubros que atiende la gobernabilidad, es garantizar que los derechos de las mayorías estén a salvo de los abusos o de intereses personales o de grupo, en verdad hace falta mucho por hacer.
Durante cuatro días, en un lapso de 10, un grupúsculo de estudiantes normalistas, o más bien de rechazados en los exámenes de admisión, mantuvieron a la ciudadanía capitalina contra la pared. En una falsamente entendida libertad de expresión cometieron una serie de excesos y atropellos, como fue dejar encerrados luego de encadenar las puertas, a pasajeros de la Terminal de Autobuses de Primera Clase, además, obviamente, de bloquear transitados cruceros de la capital.
En uno de los videos difundidos en redes sociales, se escucha la frase: “aquí seguimos bloqueando”, en un aire de reto al gobierno estatal. Desde el famoso affaire Ayotzinapa, dicho segmento educativo es prácticamente intocable. Actúan con abierta impunidad, sin que autoridad alguna les ponga un alto. Esta situación, además de los síndromes del 2006 y de los hechos en Nochixtlán, el 19 de junio de 2016, han puesto al pueblo oaxaqueño prácticamente de rodillas frente a los abusos y arbitrariedades de normalistas y maestros.
La estrategia gubernamental no fue la misma con integrantes de un membrete llamado FORO. Sus miembros, armados de machetes y palos arremetieron contra comercios establecidos, ciudadanos y comensales en el Centro Histórico. Una cosa es la protesta, otra, muy diferente, violentar los derechos civiles, incluso amenazar con daño corporal. La aparición de elementos policíacos y castrenses desató la clásica queja: ¡represión, represión! Lo cierto es que, mantener la gobernabilidad, implica medir a todos con la misma vara.
No se trata sólo del mensaje político para sorprender la buena fe ciudadana, sino de mostrar la consistencia del gobierno, como representante legítimo del Estado y mantener firme el clima de paz y tranquilidad. Desde hace mucho, los oaxaqueños esperamos que los nuevos gobiernos que cada seis años se renuevan o cambian, nos otorguen la añorada paz social, acotando a grupos y organizaciones que, en la búsqueda de sus propios intereses, atropellan los derechos de la mayoría.
Nadie, absolutamente nadie, medianamente cuerdo, aprueba el uso de la fuerza, mucho menos de la fuerza letal. Sin embargo, tampoco está de acuerdo en que se agreda impunemente a la ciudadanía, se conculquen sus derechos y vivamos, por temor o por compromiso gubernamental, secuestrados en nuestras calles. (JPA)