El comentario de hoy – Octubre 22 de 2015
En el siglo XIX Oaxaca fue vista por la mirada extranjera, como un sitio estratégico, remanso de cultura y potencial económico. Hubo viajeros como Alexander von Humboldt que revelaron esta riqueza. En las primeras décadas del siglo XX, nuestra entidad fue asimismo, paso de grandes escritores extranjeros. Dos de ellos me llamaron la atención y sobre ellos escribo: Aldous Huxley y D. H. Lawrence. El primero, autor de “Un mundo feliz”, entró a Oaxaca por Puerto Ángel, Oaxaca. Según algunos estudiosos, a lomo de mula intentó viajar hasta la capital del estado, pasando por Miahuatlán y Ejutla. Aquí fue herido de una puñalada. Huxley visitó México para corroborar, en la tesis de Lawrence, si era posible volver a estadios anteriores de progreso; intenta descubrir si es dable modernizar a la barbarie o barbarizar a la modernidad.
En Mañanas en México, un pequeño libro de relatos que D. H. Lawrence escribió durante su breve estancia en Oaxaca, da plena cuenta de la singularidad oaxaqueña. Sentado en el jardín de su casa, en pleno diciembre, se asombra del clima, “ni muy fresco ni muy cálido”, y del crisol insólito de formas, aromas y colores que lo rodean: la enorme variedad de flores y de plantas, los pájaros que revolotean entre las ramas de los árboles, el canto de los gallos, el parloteo de los loros, el viento suave que mezcla el olor de las flores, el ocote y los cafetales. La constatación de toda esa voluptuosidad de formas y colores que estallan a su alrededor hace que el narrador se pregunte si toda esa feracidad responde a la teoría de la evolución, “como una cinta atada a la primera causa”.
Sin embargo, su visión del entorno contrasta con su apreciación racista, sobre todo de nuestra riqueza étnica y pluricultural. Para él, según hemos consultado, el espacio en el que vive el indígena es confuso, caótico, sin puntos de referencia, ininteligible, algo similar ocurre con su noción del tiempo: “para el indio” -señala Lawrence-, “el tiempo es una vaga y confusa realidad. Hay solo tres tiempos: en la mañana, en la tarde, en la noche“. Y más adelante, puntualiza: “Limpio, limpio, limpio del pasado y del futuro; dejar limpio el momento del presente, sin complicaciones; dejar únicamente el momento, rígido y agudo y sin conciencia, como el puñal de obsidiana”
En la madurez esa visión cambia notablemente. Por ejemplo, en su obra más conocida sobre México, La serpiente emplumada, aunque se mantiene este acendrado racismo, la conclusión resulta muy diferente. Dicen sus biógrafos que ese racismo deviene, inesperadamente, una suerte de mesianismo, de redención. Y las dos razas opuestas y enfrentadas terminan encontrando vías de contacto, de comunión.