El comentario de hoy… noviembre 19 de 2015

Cuando una escucha las cifras de lo que Oaxaca es a nivel nacional, dan ganas de llorar. Uno de los últimos lugares en educación, salud, vivienda. Una agricultura de subsistencia que sólo beneficia a quienes siembran. Una ganadería de prehistoria, de ganado sin registro, de carne que no se procesa en rastros. Un índice de desarrollo humano comparable a uno de los países más pobres de África: Botswana. La pobreza y el rezago, parecen ser un capítulo aparte en nuestra agitada vida en sociedad.

Aunque este tema lo hemos abordado en otras ocasiones, la pregunta es: ¿por qué hemos llegado a esos niveles tan tristes y deplorables? Uno de los factores que han incidido en estar a la cola del desarrollo nacional es la gobernabilidad. Se ha relajado tanto el Estado de Derecho, la vigencia de la ley y el respeto a las instituciones, que cualquier hijo de vecino paraliza los trabajos en una carretera, porque quiere dinero. Unos cuantos, por sus pistolas, frenan el desarrollo educativo.

A las cifras preocupantes de nuestra realidad económica anteponemos siempre nuestra riqueza. El largo litoral de cerca de 600 kilómetros, la minería, la energía eólica, el lugar estratégico en la geopolítica mundial del Istmo de Tehuantepec, nuestros polos de desarrollo turístico, la biodiversidad, la riqueza forestal, etc. Todo, todo ello puede bien irse a la basura, cuando es tomado como botín o bandera por el magisterio u organizaciones sociales parasitarias.

El sonado proyecto de “Eólica del Sur”, que se establecería en predios de Juchitán y El Espinal, vive de nueva cuenta un Calvario, igual al que vivió en San Dionisio del Mar. Es posible que en breve de nueva cuenta se vaya de Oaxaca, con sus 14 mil millones de inversión. Y saben por qué: porque supuestos defensores del territorio indígena; falsos redentores sociales, han buscado el amparo de la justicia federal para suspender los trabajo. Es decir, por el lado que quiera verse, hay un afán perverso de detener el progreso.

No dudemos que los grandes proyectos anunciados en el Programa de Zonas Económicas Prioritarias, también se queden en buenas intenciones. Nuestra pobreza, nuestro rezago y abandono, no es pues congénito a nuestra situación geográfica ni, mucho menos, a nuestra atomizada estructura municipal o dispersión, sino a nosotros mismos. Es la falta de convicción y la demagogia; la avaricia y tranza, lo que ha obstaculizado nuestro desarrollo.

Oaxaca se desangra entre la pobreza lacerante y la persistencia de unos cuantos en que prevalezca el status quo, en el cual ellos pueden sacar buenas rentas. No hay duda pues, en el trasfondo de nuestras miserias y viajar a la cola del desarrollo nacional, estamos nosotros mismos. Hay razón de que como a la mitológica nave de los locos: nadie quiere que atraquemos en sus puertos. (JPA)