Opinión Portada 

El comentario de hoy, martes 8 de octubre 2024

El pasado martes primero de octubre, México vivió un momento inédito como Nación: por primera vez en su historia independiente, una mujer asumió la presidencia de la República. Luego del protocolo, de los vivas, selfies, tirones, empujones y derroches de besos y demás, Claudia Sheinbaum tiene frente a sí, uno de los retos que, al menos en las últimas décadas, no había tenido un primer mandatario: buscar recomponer el tejido social en un país lleno de encono, polarización y devastado por el crimen.

Luego de la aprobación de la reforma al Poder Judicial, podemos decir que, en el país no habrá división de poderes, tampoco contrapesos que eviten la instauración de un poder absoluto. Es decir, asumimos que tendrá un poder total, que no compagina con un Estado democrático. Los pendientes dejados por su antecesor no serán tarea fácil. Habrá que hacer mucho más que entramparse en los estrechos límites de un partido, para ejercer un gobierno para todos.

Según fuentes financieras, México tuvo un crecimiento económico negativo, incluso por debajo de Brasil o Colombia. Si el pronóstico de su antecesor era de crecer más del 3%, éste se redujo a 0.8%. El país arrastra una deuda de al menos 6 billones de pesos. La corrupción nunca fue abatida, sino que se convirtió en una institución. La inversión extranjera amenaza con contraerse ante las expectativas poco claras de nuestro marco legal.

Tres temas siguen lacerando duramente al pueblo mexicano: la seguridad, la salud y la educación. Haber sumado en el sexenio anterior más de 198 mil homicidios dolosos; el colapso del sistema de salud y la confusión de la llamada transición al IMSS-Bienestar, así como la poca importancia que se le concedió al tema educativo, sin duda alguna dejará atrás la euforia del absolutismo para devenir preocupación. México, insistimos, requiere algo más que políticas populistas.

La nueva presidenta tendrá que bogar contra corriente para sacudirse inercias nocivas del pasado. La continuidad no implica mimetizar pautas, arremeter contra la crítica, errores ni obsesiones. Ni mitos ni mesianismos. El país del futuro debemos construirlos todos, gobierno y ciudadanos. México no es patrimonio de sectas, cofradías o partidos. Mucho menos de oligarquías o monarquías sexenales. Somos un país con una historia milenaria; con una riqueza cultural incomparable y con instituciones que le han dado solidez.

Como ciudadano, confío en la inteligencia, la habilidad y la mesura, que las tiene, de la nueva presidenta, para conducir al país por los caminos de la unidad, el desarrollo y el progreso. No de la demagogia o la ideología dominante en el poder. Tenemos un pasado común, una historia compartida por todos y nos cubre la misma bandera. Que no se pierda de vista que hay que reivindicar a México por encima de egoísmos, encono, doctrinas o dogmas. (JPA)

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