El comentario de hoy, martes 4 de febrero 2025
Uno de los factores de nuestra pésima imagen en el exterior, es el de la inseguridad. En el régimen pasado México fue calificado como un narco-Estado. En ello se cifra en parte la animadversión del gobierno norteamericano hacia nuestro país. El tráfico de fentanilo de los cárteles mexicanos hacia los Estados Unidos, ha matado a más yankees que las guerras de Corea, Vietnam e Irak, juntas. Además, ha dejado a otros miles más como zombies, vegetales.
La lucha entre los grupos delictivos por el multimillonario negocio del narco, incluyendo otros más rentables como el secuestro, el cobro de piso, la trata o el tráfico de migrantes, sigue dejando su lastre de sangre en el país. Y Oaxaca no es una ínsula aparte. Hechos recientes demuestran que los tentáculos criminales nos han alcanzado desde hace años. Aquí debe inscribirse la ejecución, el pasado 28 de enero, de 4 policías municipales en Tuxtepec y otros ilícitos recientes en la capital.
La inseguridad es una realidad en nuestra entidad. Los datos aportados recientemente por una institución seria y documentada como es el Instituto Nacional de Estadística y Geografía -INEGI- en el rubro de percepción de seguridad, son preocupantes. Además, hay desconfianza en nuestras corporaciones policiales. En 2024 hubo más de mil homicidios dolosos. Al menos, la semana pasada, se contabilizaron más de 10.
Sin embargo, en deslucidas comparecencias o en acartonadas conferencias semanales del Consejo Estatal de Seguridad, se maquilla o minimiza la realidad. Se insiste en el viejo mito de que Oaxaca es de las entidades más seguras del país. Se trata de un artificio que se viene arrastrando desde el gobierno de José Murat, es decir, desde 1998. Son los otros datos ficticios con que se pretende acotar la preocupación ciudadana.
Recientemente se anunció la incorporación de oficiales de la Marina/Armada de México en las comandancias regionales de la Policía Estatal. Ojalá no les ocurra lo mismo que en Tuxtepec, en donde el edil rechazó dichos mandos en la policía municipal. El resultado fue trágico. Varios municipios tienen ya mandos castrenses en sus corporaciones locales. Se trata de un intento por paliar la inseguridad.
Lo importante es admitir que estamos muy lejos de ser el remanso de paz que se pretende ver desde la cúpula de poder. Es decir, no se pueden echar las campanas al vuelo frente a la preocupación y desencanto ciudadanos. Y no se trata de demeritar a nadie ni de teorías conspirativas, sino de hablar de cara al pueblo y reconocer que la inseguridad es un reto, tanto en la capital como el interior del estado.
Si como tanto se insiste en los discursos políticos, en la construcción del segundo piso de la transformación, la consigna sigue de “no mentir, no robar, no traicionar” o con “con el pueblo todo, sin el pueblo nada”, no tiene cabida seguirle viendo la cara. (JPA)