Opinión 

El comentario de hoy, martes 22 de agosto 2023

En estos tiempos, los mexicanos hemos vivido escenarios inéditos. Por un lado, la infalible fiebre sucesoria, que ha creado en el imaginario colectivo más hartazgo que simpatía. Por la otra, la violencia desenfrenada que nos muestra cada día, la naturaleza exacta de un país sometido por el crimen y la crueldad. Y al final, la certeza de que nos seguiremos ahogando en sangre, en la impunidad y la sevicia, ante un régimen que no sólo ha optado por encogerse de hombros ante este clima de terror, sino que culpa a los demás o se burla de la realidad.

El caso de los cinco jóvenes desaparecidos en Lagos de Moreno, Jalisco y la aparición de cadáveres desmembrados, embalados y congelados en hieleras en Poza Riza, Veracruz, nos ha ubicado más allá del Infierno de Dante o de las tribulaciones del Marqués de Sade. Es producto de un Estado fallido, de una política errática de seguridad y de aquellos que justifican este teatro criminal con discursos vanos, chismorreos y sandeces. O como dijera Octavio Paz: “con este estado benefactor que nos ampara o nos apalea, según el humor del príncipe o el capricho de la hora”.

Sigo sin entender cuál es el proyecto de nación, al que el voto mayoritario del pueblo mexicano le apostó en 2018; de cuál transformación se sigue hablando a casi 5 años y con más de 160 mil muertos, miles de desaparecidos y entidades bajo fuego. Manuel Castells, famoso sociólogo español, citando a su homólogo Alain Touraine afirma que: “lo fundamental no es tomar el poder, sino recrear a la sociedad, reinventar la política, evitar el conflicto y superar el colapso social”. Todo bajo el imperio de la ley.

De los hechos que hablamos deben servir de espejo a Oaxaca. El mito de que somos una de las entidades más seguras del país, ya es un disco rayado. No estamos ni más allá ni más acá del bien y del mal. Estamos inmersos en un mapa criminal, que nos ha colocado en algunas semanas en segundo lugar en homicidios dolosos en el país. Compete a las autoridades evitar con medidas de prevención, que esas mediciones oficiales no impacten negativamente en nuestra precaria economía, la gobernabilidad y la paz social.

El gobierno de la Primavera Oaxaqueña no debe buscar sólo partidarios y matraqueros, sino interlocutores y funcionarios eficientes y con un amplio compromiso social. Que no justifiquen su incapacidad e inexperiencia echándole la culpa al de atrás o a los medios de comunicación, sino que traten de superar sus calenturas político-electorales cumpliendo en el cargo. Que el proyecto político del actual régimen, en materia de seguridad, no sea sólo de percepciones dominantes, tan efímeras como los intereses que las manipulan. (JPA)

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