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El comentario de hoy, martes 21 de mayo 2024

De nueva cuenta, como si fuera un episodio grotesco y abominable, el pueblo oaxaqueño y la educación que imparte el Estado, padecen una nueva embestida. Vuelven a aparecer como pesadilla o película de terror, escenas ya vistas durante más de 40 años. Paro de labores, plantón en el Centro Histórico, el abominable vandalismo, cierre de oficinas, cruceros, carreteras, tiendas. Todo ello orquestado por los atolondrados dirigentes del llamado Cártel 22.

Así se ha denominado desde hace una década la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que volvió a la carga. Un ente eternamente insatisfecho y perpetuamente chantajista. Responsable del gravísimo rezago educativo que viene arrastrando la educación pública en Oaxaca, hizo oídos sordos al llamado de la Iglesia, del gobierno estatal y de los grupos empresariales a no dañar la economía, la paz social y el ciclo escolar.

Viejas consignas y exigencias han sido reeditadas y adaptadas a los tiempos electorales, de donde se trata de sacar raja política. Abrogación de la Ley del ISSSTE y la reforma educativa; castigo a los responsables de los hechos de Nochixtlán y de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. Pero nada qué ver con la mejora de la educación o de compromiso con los alumnos cuya formación tienen en sus manos.

Mientras miles de maestros del sistema educativo oficial se soban la espalda aquí en Oaxaca –porque los hay- y en otros estados del país, para que sus alumnos cubran su plan de estudios y salgan del nivel educativo con probada preparación, a sus dirigentes les vale gorro. Se asumen revolucionarios siempre que la SEP les deposite puntualmente sus quincenas. Pero quieren más. Exigen un incremento salarial del 100 por ciento, que ni justifican ni merecen.

Uno de los peores ejes del atraso de Oaxaca es, justamente, la educación. Es una lástima que a todos los factores que históricamente han contribuido a que sigamos viajando en el furgón de cola del desarrollo nacional es que, con nuestros impuestos, se siga manteniendo a una clase trabajadora parasitaria; perdida en el mundo de las ideas y sin un compromiso real con la labor que, desgraciadamente, les fue encomendada.

En 1980, el nacimiento de la famosa Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación –la CNTE- trajo consigo el fin del charrismo magisterial representado por “Vanguardia Revolucionaria”. Pero el maestro de grupo sólo cambió sus cadenas. Antes era sometido por una secta de caciques priistas, sumisos al poder en turno, pero desde hace 44 años, quedó atado a ideologías hace mucho superadas; a una cofradía de radicales y convenencieros; de traidores y corruptos, que con el vano discurso de la lucha popular, han reflejado la podredumbre de la demagogia y la rapacidad. (JPA)

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