EL COMENTARIO DE HOY JUEVES 7 DE ENERO

En el gobierno de Ulises Ruiz, arribó a la entidad para hacerse cargo de los organismos de seguridad: la Secretaría de Seguridad Pública, la Policía Estatal y la Agencia Estatal de Investigaciones, una tríada de funcionarios que inventaron un mito genial: Oaxaca era, a su parecer, una de las entidades más seguras del país. Nos ubicaban en los primerísimos lugares en el entorno nacional. En corto, reconocían que ello era tomando en cuenta las entidades con mayores índices de violencia e inseguridad, frente a las cuales éramos algo parecido al Paraíso Terrenal.

Ese tabú siguió hasta bien entrado el gobierno de la alternancia. Sin embargo sólo las mentes obtusas siguen ancladas en dicho argumento. El razonamiento es simple: los hechos registrados en los últimos días de diciembre dejan de manifiesto que si algún día fuimos una de las entidades más seguras –ese mito genial- hoy ya no lo somos. El 28 de diciembre, en plena avenida Universidad fue ejecutado un abogado, originario de Miahuatlán de Porfirio Díaz. Se trató del tercer asesinato sólo en el mes de diciembre, de dicha población. El hecho se registró cuando apenas anochecía. Sólo un par de días antes, una camioneta de servicio mixto fue emboscada en inmediaciones del paraje “Paso Ancho”, entre Sola de Vega y San Vicente Coatlán. Cuatro muertos fue el saldo.

Apenas se iniciaba el período vacacional y tres personas fueron sorprendidas durmiendo para quitarles la vida. Eso ocurrió en la violenta Séptima Sección de Juchitán de Zaragoza. Sólo consignamos tres hechos graves que no son precisamente para echar las campanas al vuelo. Es evidente que no somos una entidad aparte de hechos como los que mencionamos. No obstante es necesario cuestionar las medidas de seguridad que instrumenta el gobierno, principalmente el zonas de mayor violencia, como es el Istmo de Tehuantepec y la Sierra Sur.

No hay que olvidar en que estamos en el inicio de un año electoral. Sin pesimismo de ninguna especie, pero la entidad no está en paz como se pretende simular; tampoco se trata de hechos aislados, que poco o nada tienen que ver con el entorno político. Lo últimos acontecimientos criminales no deben responder sólo a estadísticas o mediciones de la reducción o aumento en la comisión de ilícitos, o el consuelo del tonto: estamos mal, pero hay otros peores que nosotros. Menos a discursos o cuentas alegres en el Consejo Estatal de Seguridad Pública; de halagos mutuos o autocomplacencias. Son acciones de violencia que deben tener una respuesta enérgica y firme del gobierno. Así de simple.

 

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