El comentario de hoy, jueves 31 de octubre 2024
Estamos ya en víspera de nuestro tradicional Día de Muertos. Uno de los festejos más emblemáticos en la entidad oaxaqueña. Desde la comunidad más modesta hasta en la misma capital, cada hogar recibirá el arribo de los fieles difuntos con altares adornados con flores y la ofrenda de mole, chocolate y pan de yema. Este año, tal vez con mayores sacrificios, dada la carestía que sigue golpeando los bolsillos.
Pero en cientos de hogares, con certeza, no habrá fiesta, pues los huracanes “John” y “Nadine” han dejado una escena de desolación y desastre. Los muertos serán recibidos con la tristeza de quienes han perdido su patrimonio. Sin embargo, desde la semana pasada, la Secretaría de Turismo estatal, en donde la llamada austeridad republicana es sólo un vocablo vacío, lleva a cabo un nutrido calendario de exposiciones, comparsas, convites, conciertos, etc.
Ya sabemos, hay que echar la casa por la ventana para el disfrute del turismo nacional y extranjero, incluso adoptando modelos que no corresponden a nuestra tradición ancestral. Todo por darle al Día de Muertos, “La fiesta más viva de todas”, como oficialmente se ha llamado, un mayor lucimiento ante la afluencia de visitantes que arriban a la capital.
No obstante, como se dice vulgarmente, nunca falta el prietito en el arroz. Se hace circo, maroma y teatro para impactar al turismo, pero se pierden de vista cuestiones elementales. Quienes han llegado ya a nuestra capital tendrán que vérselas con calles convertidas en verdaderos paisajes lunares. Los baches cubren por completo el entorno urbano, incluyendo los accesos a la ciudad. La imagen de abandono y abulia oficial, permea en contraste con espectaculares, adornos y el olor a cempazúchitl.
Aquellos que llegan a bordo de sus automóviles tendrán que capotear, asimismo, un sistema de semáforos colapsado. Además, cuidarse de los robos, cristalazos, asaltos. Las ratas andan sueltas. En Oaxaca de Juárez, dos de tres ciudadanos se sienten inseguros. Adicionalmente, no estará por demás evitar exponer el bolsillo a los sutiles hurtos que se cometen en el otorgamiento de servicios en restaurantes de moda, antros o cantinas. Ya es común que cada temporada de mayor afluencia, así sea modesta, los abusos son una institución.
Si bien es cierto que no tenemos una política turística que en verdad sea un pivote del desarrollo económico, sino la clásica de explotar el turismo en cada temporada, esperemos que la inversión y el despliegue de recursos de que se dispone para el disfrute de los visitantes, vaya en proporción directa a la derrama económica y a la afluencia que se espera. (JPA)