Opinión 

El comentario de hoy, jueves 31 de agosto 2023

Sin pecar de alarmistas o amarillistas, la capital oaxaqueña y los Valles Centrales viven una emergencia ambiental, en la que parece que poco se repara. Es decir, autoridades y sociedad civil la ven como algo superficial, pasajero, simples aspavientos de los verdaderos ambientalistas. No los que sólo hacen ruido y detrás buscan arreglos. Pero la cosa es más grave. La contaminación de dos de nuestros afluentes que rodean a la ciudad: el Río Atoyac y el Río Salado, tienen visos de alarmantes.

Pero no es sólo la capital. Una investigación periodística reconoce que el Atoyac pasa por 39 municipios y 13 localidades; El Salado, por 17 municipios y 2 localidades. Las autoridades ambientales, que han sido omisas en el tema, contabilizaron 58 descargas de aguas residuales en el primero; 19 descargas en el segundo. Hay datos para reconocer que, de 150 Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales que existen en la entidad, sólo funcionan 17, incluso la que se ubica en San Juan Bautista La Raya, en la que hubo una inversión millonaria en el gobierno de Ulises Ruiz.

Justo durante los festejos de julio se difundió la noticia de que, la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios –la COFEPRIS- había analizado la calidad del agua de las playas del país. Y ahí se encontró que uno de nuestros destinos turísticos más socorridos, Puerto Escondido, tenía dos playas contaminadas con bacterias, que provienen de las heces fecales: la playa principal y Puerto Angelito. Ipso facto se quiso desmentir una realidad que viene de años, es decir, nada reciente.

El puerto llamado con eufemismo, la capital mundial del surfing y la pesca del pez vela que, obviamente no lo es, sufre desde hace mucho, no sólo la apropiación ilegal de predios sino la carencia de una red de drenaje para evitar que las aguas negras lleguen al mar. Pero no es el único lugar. En el Istmo es alarmante la contaminación que padecen el Río de los Perros o el Tehuantepec, que representan un serio desafío para los gobiernos locales y peligro para la población.

Basura, descargas residuales, polución de aguas y afluentes. Sin embargo, amén de las omisas dependencias federales como SEMARNAT, PROFEPA y CONAGUA, hay al menos dos estatales que parecen vulgares elefantes blancos. Operan más como cuotas políticas o para dar chamba a los cuates que con la idea de que sirvan a la sociedad. Se trata de la Secretaría del Medio Ambiente, Biodiversidad, Energías y Sostenibilidad y la acéfala Procuraduría de Protección al Ambiente del Estado de Oaxaca.

Ambas han sido cuota del Partido Verde Ecologista de México, cuya prioridad –todos lo sabemos- no es el cuidado del ambiente, la protección de la fauna silvestre, los arrecifes coralinos o los manglares, sino enchufarse políticamente cada proceso electoral, con la estrategia del artista del trapecio: colgarse del partido en el poder. (JPA) 

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