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El comentario de hoy, jueves 27 de febrero 2025

Desde los años setenta del siglo pasado, pero, sobre todo, desde el gobierno de Heladio Ramírez -1986-1992-, empezaron a brotar en Oaxaca, con singular enjundia y la mano extendida, las llamadas organizaciones sociales. Una de ellas fue la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo –COCEI-, cuyos franquicitarios aún la siguen explotando. De ahí para adelante, se multiplicaron como moscos de dengue en cacharros.

Del régimen de Diódoro Carrasco -1992-1998- pasando por los de José Murat, Ulises Ruiz, Gabino Cué y Alejandro Murat, el directorio de organizaciones, los falsos redentores y sus métodos de presión crecieron exponencialmente. Es decir, se fue consolidando la industria más rentable en la entidad: la del chantaje. No omito mencionar que hay funcionarios del gobierno de la Primavera Oaxaqueña que nacieron, crecieron y se formaron en dicha industria.

El clientelismo llegó a tal grado en regímenes pasados que, cada año, en el Presupuesto Estatal de Egresos aparecía una partida millonaria destinada a las organizaciones. Es decir, entregarles recursos públicos de manera indiscriminada. Obvio, los principales beneficiarios fueron y han sido sus dirigentes. Con la mirada fija en el calendario, venían por su lana, previos emplazamientos y amenazas de bloqueos carreteros, vialidades u oficinas.

Llegaron a contabilizarse hasta 350 membretes. Unos con cientos de militantes, otros con 20 o más. Pero todos con la mano extendida, como mendigos. Dirigentes, sin ninguna representación oficial, exigen “techo financiero”, asumiéndose representantes legítimos de comunidades. Dicha cultura parasitaria fue combatida por el ex presidente López Obrador, quien instruyó entregar apoyos a los directos beneficiarios no a intermediarios.

Al inicio del gobierno de Salomón Jara muchos aplaudimos la política de reducir al mínimo el directorio de organizaciones beneficiarias de apoyo. Fueran leales o no al gobierno, lo cierto es que la mendicidad de líderes y titiriteros ha generado un justificado repudio social. Miles de millones de pesos se han ido a fondo perdido para obras y otros proyectos, de los cuales los referidos dirigentes se han llenado los bolsillos.

Y en ese universo de chantajistas hay de todo. Desde los que se visten de indígenas hasta las que simulan serlo. Cuando los conflictos devienen violencia o ajustes de cuentas, viven de explotar la figura de sus muertos. Durante años pasan sorbiendo de la ubre oficial, haciéndose víctimas.

La semana pasada apareció un membrete de reciente cuño: el Movimiento Oaxaqueño de Izquierda Democrática –MOID-. Montó decenas de bloqueos, sus manifestantes golpearon a ciudadanos y conculcaron los derechos civiles. Sin embargo, el gobierno dejó hacer libremente a sus manejadores. Las preguntas son: ¿en qué estatuto está dicha organización? ¿Qué promesas se le han hecho sin cumplirle? (JPA)

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