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El comentario de hoy, jueves 25 de julio 2024

Inexplicable pero cierto. Oaxaca tiene uno de los poderes legislativos más numerosos, improductivos, onerosos y rapaces del país. Se trata de 42 diputados y diputadas que, con el ardid de que nuestra entidad requiere de la representación de sus 16 etnias, conforman un congreso local similar al de Nuevo León, más numeroso que el de Jalisco y muy por arriba del de Chihuahua. Se engullen cada año, más de 400 millones de pesos que, si se les antoja, pueden duplicar. Un gasto millonario que ninguno o ninguna, restituye al pueblo con leyes e iniciativas aprobadas.

Se trata pues de un órgano parasitario, en donde -salvo contadísimas excepciones- priva la mediocridad y la irresponsabilidad. Además, claro, de una serie de vicios y la indiscutible voracidad. Hasta la legislatura anterior, la Sexagésima Cuarta, se había hecho casi una institución el llamado “pago por evento”. Es decir, por cada iniciativa que enviara el ejecutivo estatal; aprobación de la Cuenta Pública o el Presupuesto anual, nuestros flamantes representantes populares cobraban, además de sus salarios ostentosos, una suma adicional, estimada en uno, dos o más millones de pesos. Lo bueno es que les pararon los tacos.

Fuentes del mismo Congreso revelan que, en 2019, cuando le fue autorizado al ex gobernador Alejandro Murat, la solicitud del controvertido préstamo de 3 mil 500 millones, los y las diputadas se habrían embolsado, a modo de comisión, al menos 500 millones. Recientemente, el gobernador Salomón Jara se refirió al adeudo dejado por su antecesor, en el orden de los 33 mil millones. Obvio, ahí van los millones que se han embolsado, debajo de la mesa, nuestros llamados representantes populares.

Lo anterior viene a cuento por el ausentismo que se ha registrado en las últimas sesiones de esta agonizante legislatura. Ya ni los miércoles, el único día que deben asistir lo hacen. Y es que es posible que al menos cinco no lo hagan, pues cambiaron de camiseta. Algunos y algunas que llegaron al Congreso local por el PRI, ahora son de Morena. Otros son del Partido Verde o quien era del Partido del Trabajo, se pintó de color marrón, es decir, de Morena.

Una ya es senadora electa, dos mujeres serán diputadas federales; otro más, al fin cumplirá su sueño de llegar al Senado brincando de partido en partido y uno más, por el mismo método de la abyección y la traición, llegará al Palacio Legislativo de San Lázaro. Es decir, son artistas del trapecio y malabaristas; acomodaticios y trepadores, a quienes importa poco lo que pasa a los oaxaqueños. Entonces, ¿para qué asistir a estas últimas sesiones, en las que penosamente están en el limbo? (JPA)

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