Opinión 

El comentario de hoy, jueves 25 de agosto 2022

Cuando se toca el tema de algunas viejas casonas del Centro Histórico, que están en condiciones físicas lamentables y a punto de colapsar, de inmediato surgen los comentarios en torno a lo oneroso que resulta su rehabilitación y reconstrucción. Además, del Calvario que implica el cumplimiento de las normas y restricciones que imponen dependencias oficiales, particularmente el Instituto Nacional de Antropología e Historia -el INAH-. Antes de cumplirlas, mejor se dejan caer las casas.

Sin embargo, todo indica que en los últimos tiempos, cualquiera puede destruir, demoler, remodelar y poner en serio riesgo nuestro patrimonio histórico y monumental, ante la mirada complaciente de la autoridad reguladora. O las leyes devinieron más laxas o, simplemente, ante la evidencia hay que nadar de muertito. Nos referimos a la destrucción de un muro del ex Convento de las Carmelitas Descalzas –el Carmen Alto- en donde se construyó el llamado Centro Gastronómico.

Esta acción contrasta con la política que se instrumentó en el actual gobierno, de rehabilitar y dignificar sobre todo templos católicos que resultaron afectados por los sismos de los años 2017, 2018 y 2020. Pero, también contrasta, con cruzadas emprendidas por algunas organizaciones de la sociedad civil, como los Amigos del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca –el IAGO- de promover, con el apoyo de ciudadanos altruistas, la elaboración de una reja lateral al templo de San Felipe Neri, cuyo atrio se ha convertido en excusado público.

La destrucción de nuestro patrimonio monumental no es un secreto. Ha sido una constante desde hace décadas. ¿No acaso hay adefesios de edificios construidos desde hace mucho, que contrastan con el entorno colonial que caracteriza a nuestra Centro Histórico? Hoy mismo, la fiebre comercial ha hecho que inmuebles catalogados tengan pegostes que no corresponden a su originalidad. Pero ni la dependencia respectiva del ayuntamiento de la capital ni el INAH dan de brincos. Pero eso sí, si algún ciuadadano de a pie o cualquier hijo de vecino quiere quitar una ventana o puerta, ahí estarán los letreros de “OBRA SUSPENDIDA”. Al paso que vamos, no hay duda que en breve sólo quedarán los cimientos de ese patrimonio monumental y nuestros edificios, testigos fieles de siglos de historia, convertidos en antros, restaurantes de moda, estacionamientos o en predios desolados. El uso del suelo convertido en una caricatura y los reglamentos en simples ficciones que nada tienen que ver con la conservación de ese legado que nos dejaron nuestros ancestros y que ellos, siglos atrás, trataron de conservar. O hay piso parejo para todos o el tráfico de influencias y el conflicto de intereses serán la pauta a futuro. (JPA)

Leave a Comment