Opinión Portada 

El comentario de hoy, jueves 24 de octubre 2024

Algo inédito en nuestra vida política, es la cantidad de los llamados representantes populares que tiene Oaxaca. En efecto, tenemos 6 senadoras y senadores; al menos 16 diputados y diputadas federales. De éstos, 4 ocupan el cargo por tercera vez. En el congreso local, nuestro estado es uno de los que más diputados y diputadas tiene en México: son 42.

Hoy en día, a nivel federal o local, hay muchos improvisados; iletrados; sin el perfil para el cargo o ignorantes a carta cabal de la responsabilidad legislativa. Hay quienes llegaron a la curul o escaño por azar o porque su partido no tenía de dónde sacar mejores cuadros. De pena ajena, verlos listos para levantar la mano o como momias, inmóviles y desconcertados al aprobar las recientes reformas.

Es una casualidad que suban a tribuna y si lo hacen, es para repetir como loros lo que otros dijeron, loas a su partido o a la llamada transformación. Desde hace tiempo, no se reconoce a una o uno solo que haya trascendido ni en el pleno ni en comisiones. Pero, en realidad, ¿en qué nos beneficia como ciudadanos tener tantos legisladores?

En mi opinión, Oaxaca está sobre representada en el Congreso de la Unión y más aún en el congreso local. Desde hace mucho han dejado de ser legítimos depositarios de la demanda ciudadana y menos aún, gestores que busquen subsanar con su representación, las necesidades más apremiantes en sus distritos.

La semana pasada, con esa forma burda en la que hoy se ve la división de poderes, la presidenta Claudia Sheinbaum, conminó a los y las legisladoras federales, luego de asistir a las sesiones de sus cámaras, a hacer presencia en sus estados y distritos. Ello hace presumir que, existe tal desarraigo, que la gente ni los conoce. El ciudadano le otorga el voto por inercia y sin razonar. Y ya es común que jamás los vuelva a ver, después de que asumen el cargo.

Lo anterior podría abrir la puerta para que la sociedad civil, la ciudadanía en general, pueda exigir cuentas a sus representantes populares, quienes, desde que rinden protesta como tales, sirven a los intereses de su partido o a sus propias ambiciones, pero no a los de aquellos que, en mala hora, les otorgaron su voto. No se trata sólo de los acartonados informes anuales, que tanto publicitan, pero que sólo refleja su pobre desempeño. No.

Tampoco a que vengan a decirnos que presiden o son secretarios o segundones de tal o cual comisión, de lo que únicamente sabemos cuando los nombran y nunca trascienden. De lo que se trata es que rindan cuentas ante el ciudadano y el pueblo, esa palabra que está tan de moda en estos tiempos. El legislador, la legisladora federal o local, es un servidor público y no un potentado al que haya rendir pleitesía. Por tanto, tiene que asumirse con empleado del populacho. (JPA)

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