Opinión 

El comentario de hoy, jueves 24 de agosto 2023

La capital oaxaqueña, ya hemos comentado en otros espacios radiofónicos, adolece de muchos problemas. Uno de ellos es, justamente, la vialidad. Un trasporte urbano desgastado, anacrónico y, en cierta medida, obsoleto. Vicios arraigados como la doble fila; la ausencia de una cultura vial; la saturación de vehículos de motor y la invasión cotidiana –si se puede llamar así- de pequeñas unidades que entran y salen por cientos cada hora.

Pero tanto autoridades estatales como locales se han desentendido del asunto. Ello no es nada nuevo. Ha habido temor de tocar los intereses políticos que, desde hace mucho, están detrás del transporte concesionado. Un pulpo camionero, sindicatos y confederaciones y las infalibles organizaciones sociales. Han hecho de todo ello, un coto de poder intocable. Lo anterior, concatenado, ha contribuido al infierno vial que se vive a diario en diversos rumbos de la capital.

¡Ah!, pero la ciudad cuenta con ciclo vía –o bici-ruta, así le llamaron-. Varias calles y avenidas cuentan con carriles confinados, que nadie respeta; que jamás les han dado mantenimiento y hasta de incertidumbre legal, pues no se sabe si es competencia estatal o municipal. Con respeto a las pocas personas que la usan por deporte, necesidad o trabajo, la citada ciclo-vía se percibe como un parche mal pegado, que lo único que representa son mayores problemas para la vialidad.

Partiendo de la premisa de que todos los gobiernos tienen a funcionarios con ocurrencias, algunas geniales, otras destinadas al fracaso, pero hábiles para pegarlas al gobernante en turno, es posible que la referida bici-ruta haya sido un buen propósito. Pero basta ver cuántos ciclistas usan la de Reforma, que ya casi desapareció; la de Avenida Universidad, Independencia, Amapolas o Emilio Carranza, para darse cuenta que los únicos que por ahí transitan quitados de la pena del infierno vial, son los motociclistas.

En una ciudad con algunas calles en el Centro Histórico ya devenidas peatonales; con carencia de espacios para estacionarse en la vía pública -a todas horas del día no encontrará un solo hueco, en todos los rumbos de la capital-. Además de la falta de estacionamientos públicos privados, en donde cada uno cobra lo que le place, pues no hay regulación oficial, ¿no sería factible que las autoridades se inclinen más por crear una cultura de respeto al ciclista que tener la ciclo vía como un monumento a una buena idea que no ha cumplido su objetivo? Es una pregunta. Una alternativa es elaborar una estadística de cuántos usuarios de la bicicleta circulan por los carriles confinados. Y cuántas infracciones se cometen a diario. Supongo que nadie se ha preocupado por hacerlas. (JPA)

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