Opinión 

El comentario de hoy, jueves 21 de septiembre 2023

En los últimos meses, Oaxaca derivó de ser sólo un destino de paso de los migrantes en su ruta hacia los Estados Unidos, a vivir una verdadera crisis humanitaria. El tráfico humano y la explotación del mismo, se ha transformado en el gran negocio de personas sin escrúpulos, transportistas voraces, grupos delictivos locales y foráneos, pero, también, en un serio asunto de seguridad interna. Lo que se ha vivido en la región del Istmo, con la quema de vehículos o las amenazas a las líneas de autobuses, tienen que verse bajo este prisma.

Según las autoridades, los flujos migratorios se han diversificado. Ya no son sólo nuestros hermanos de Centro y Sudamérica quienes penetran por la porosa frontera sur con Guatemala, sino que, en esas oleadas de familias completas, hay ciudadanos de decenas de nacionalidades. Prevalecen los de Venezuela y Haití, pero los hay de la India, Pakistán, Turquía, de los países árabes, africanos, del Este de Europa y muchos más.

Dicha migración masiva, además de estar bajo acoso de las propias instituciones, autoridades locales y bandas delictivas, ha generado ya protestas ciudadanas. Y es que ha trastocado por completo la vida cotidiana de ciertos sectores sociales oaxaqueños. En muchos sentidos la Federación se ha desentendido de esta crisis y ha delegado la responsabilidad en los gobiernos estatales. Las terminales de autobuses se han convertido en albergues; los camellones y parques citadinos, en sitios en donde reposan a la intemperie familias completas.

El drama ciertamente es desgarrador. Migrantes y sus hijos pequeños, recorriendo a pie los parajes solitarios de la carretera 190. Mujeres jóvenes a merced de tratantes de blancas. O pidiendo la moneda para sobrevivir con bebés en brazos. El paso de más de 40 mil personas que buscan llegar a los Estados Unidos, sólo en las últimas semanas, ha generado posturas inhumanas. Comerciantes voraces que venden a precio oro, alimentos y agua. Obvio, las violaciones a los derechos humanos a la orden del día.

Es cierto, el fenómeno de la migración es mundial. La tragedia ha ido de la mano con la misma. Es nota diaria el hundimiento de barcos en el Mediterráneo. Aquí no nos quedamos atrás. Decenas que se han trasladado en lanchas han sucumbido en nuestros litorales, o en nuestras carreteras y caminos, asesinados, atropellados o ejecutados por grupos criminales en su largo peregrinar por nuestro territorio, en el deseo de alcanzar el sueño americano. Hemos visto la acción altruista de sacerdotes y los intentos de las autoridades para paliar el sufrimiento de los migrantes. Pero esto no se habrá de resolver hasta en tanto no se pongan en juego las reglas de la diplomacia y no sólo la visión humanitaria. El tema involucra no sólo a México sino también a los Estados Unidos. Por lo pronto, en Oaxaca ya estamos viviendo sus efectos. (JPA)

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