El comentario de hoy, martes 15 de noviembre de 2016
No han dejado de circular en las redes sociales miles y miles de mensajes, luego del resultado de las elecciones en Estados Unidos. La mayoría refleja coraje, temor, miedo a lo que aún no se concreta, pero es una amenaza. La historia de la relación entre México y Estados Unidos, siempre ha sido un memorial de agravios, abusos, atropellos. En 1825, cuando un México devastado por la Revolución de Indepedencia apenas daba sus primeros pasos en la ruta independiente, Joel R. Poinsett, aquel enviado y viajero norteamericano escribió sus Notes on México, que algunos han traducido como “Te odio México”.
¿Cómo olvidar el despojo de Texas, Arizona, Nuevo México y la Alta California, en 1848 o el acoso al Puerto de Veracruz en 1914, llamada la invasión punitiva, que encontró la resistencia heroica y valiente de los mexicanos? Tampoco hay que olvidar los afanes expansionistas del presidente James Konx Polk, que nos declaró la guerra en esos años en que perdimos más de la mitad de nuestro territorio, que siguió a pie juntillas las consignas de expansión y poder de su antecesor: John Quincy Adams.
Cuando Antonio López de Santa Anna, aquel que la historia oficial registra como el traidor y vende patrias, fue hecho prisionero por los gringos y esposado y sometido con grilletes, fue llevado ante el presidente Andrew Jackson, éste en tono de burla dijo ante sus connacionales: “¿Acaso estos mexicanos comen lo mismo que nosotros?”. Tampoco hemos olvidado cuando el general Pershing invadió México, en desagravio por la incursión de Pancho Villa a Columbus.
Pero pese a ese memorial de agravios, millones de mexicanos, primero como braceros a mediados del Siglo XX y posteriormente en oleadas de ilegales, han invadido cada pueblo, cada ciudad, cada condado de la Unión Americana, en busca de lo que han llamado “el sueño americano”. Millones viven ahí y comparten sueños, aspiraciones, ilusiones con otros tantos millones de latinos, afroamericanos, musulmanes, hombres y mujeres, igualmente lacerados por el discurso del odio, de la xenofobia, del sexismo y la supremacía blanca, de quien contra todos los pronósticos fue elegido presidente.
Hay preocupación, miedo, zozobra. Hay incertidumbre de qué pasará mañana. No se equivocó don Porfirio Díaz con la frase aquella de: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”, o la que susurró otro presidente: “Entre los Estados Unidos y México, el desierto”, porque en el fondo de todo somos vecinos distantes, diversas culturas, distintas formas de ver el mundo.
Nada más oportuno hoy que la metáfora del desaparecido Carlos Fuentes en su “Frontera de cristal”, publicada en 1995: “al norte del río grande/al sur del río Bravo/que vuelen las palabras/ pobre México/ pobre Estados Unidos/ tan lejos de Dios/ tan cerca el uno del otro”. (JPA)