El comentario de hoy, martes 15 de julio 2025
Cuando los creadores de aquel llamado “Homenaje Racial” en 1932, génesis de los Lunes del Cerro y desde hace algunos años de La Guelaguetza, trataron de mostrar la riqueza de nuestras regiones, la diversidad cultural y étnica, jamás imaginaron el viraje y las mutaciones tan penosas que iba a tener en el futuro. En cada sexenio, en cada administración, los nuevos virreyes al mando, le van agregando nuevas ocurrencias, desvaríos y torpezas.
La tradición, la esencia de nuestro folklore, de nuestras raíces ancestrales, se han ido pervirtiendo. El mes de julio no es de fiestas: es el derroche de fantasías sexenales, del negocio, de la publicidad, como si el huateque perpetuo fuera lo único que Oaxaca le pudiera ofrecer al mundo. Hace años mucho se criticó la Feria del Mezcal, cuya denominación de origen hoy nos disputan por ley, otros estados como Aguascalientes, Michoacán y Sinaloa, entre otros.
A la calenda, desfile de delegaciones, convites y demás, ya se agregaron las cabalgatas, el remedo de jaripeos y otras invenciones de nuestros creativos funcionarios. Hace días, las redes sociales se dieron vuelo para festinar el Récord Guinness, para la tlayuda más grande. En breve se hará lo mismo, del tejate batido a cien manos. O del quesillo que enrede al Centro Histórico. Bastantes críticas han tenido las ferias de los moles y los encuentros de cocineras tradicionales.
Hace un par de años, el gobierno de la Primavera Oaxaqueña pulverizó el llamado Comité de Autenticidad, por considerarlo un órgano elitista y acartonado para calificar qué delegaciones participaban o no en La Guelaguetza. Hoy se desconoce con qué criterios los llamados comités municipales validan a las mismas. Lo único que se percibe es que el favoritismo, el tráfico de influencias y el negocio van por delante.
En este entorno, como comentamos la semana anterior, el derroche millonario y la élite que se beneficia con los contratos a modo, van viento en popa. En el interín, volvemos a ver a la capital oaxaqueña convertida en un gigantesco tianguis y nuestros monumentos más emblemáticos copados materialmente por módulos y lonas, el turbio negocio municipal, del que ni el edil ni su Cabildo rinden cuentas, pues todo se pasará por el rasero de la opacidad y la discrecionalidad.
Es penoso el nivel de protagonismo y cinismo al que hemos llegado. Echamos la casa por la ventana a partir de los desvaríos de unos cuantos, en cambio, en cosas esenciales, como el estado tan lamentable de nuestras flamantes autopistas, está para llorar. Lo primero pues es lo primero. A ver quién del equipo primaveral se mete más lana. De pena ajena. (JPA)