Opinión Portada 

El comentario de hoy, jueves 3 de julio 2025

El 4 de febrero de 2024, la carretera a la Costa, específicamente el tramo Barranca Larga-Ventanilla, fue inaugurada por el ex presidente Andrés Manuel López Obrador. EL corte del listón inaugural de la del Istmo, en el tramo Mitla-Tehuantepec, lo hizo la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, el 24 de enero de este año. Ambos eventos tuvieron la presencia del gobernador Salomón Jara.

Se trata de dos obras carreteras que se convirtieron en añejos anhelos de los oaxaqueños, precisamente por la dilación en concretarse. Los trabajos de la primera vía iniciaron en 2007. Si bien, se hablaba de la vía al Istmo desde el año 2000, la obra inició formalmente en 2004. Es decir, para llegar en 2 horas y media a Puerto Escondido tardamos 18 años, en tanto que, para hacer una jornada similar a Tehuantepec, esperamos 21 años.

Sería injusto no reconocer que parte de la dilación, que generó un incremento altísimo en el costo de cada una de ellas, fue la cerrazón y el chantaje de nuestras comunidades. Una en la zona de los Coatlanes; la otra, en poblaciones de los Mixes. Una y otra fueron suspendidas por años. Estuvieron a cargo de constructoras que tuvieron que abandonarlas o por falta de recursos o por líos con las comunidades o por conflictos agrarios.

Lo cierto es que, convertidas en promesas de campaña, animaron la presión social, de tal suerte que el gobierno de la Cuarta Transformación hizo cuanto pudo para entregarlas al pueblo oaxaqueño. Así fuera con una y mil deficiencias. Las evidencias de la celeridad y el “ahí se va”, están a la vista. O nos sigue un mal fario o de plano no estamos hechos para contar con vías carreteras dignas.

Desde la inauguración de una y otra, los deslaves, derrumbes, bloqueos y demás, han sido el pan de todos los días. A cinco meses de estrenarse, uno de los túneles en la vía al Istmo quedó colapsado por un derrumbe, interrumpiendo la circulación. Hace semanas hubo una alerta, luego de que un grupo armado arremetiera en contra de trabajadores que ahí laboran.

En la que lleva a la Costa la cuestión no es menor. No sólo el oneroso pago de casetas, sino que hay como diez o más tramos en permanente reparación, lo que incrementa el tiempo de viaje. A ello hay que agregar los bloqueos. Hoy es San Pablo, mañana San Francisco o Santa Catarina o San Sebastián Coatlán. La sangre ha corrido. Igual que el chantaje en contra de empresas de transporte.

Sin pesimismo alguno: ¿será que estamos condenados a seguir circulando por carreteras viejas, sinuosas, accidentadas y en mal estado, como caminos de herradura, con antigüedad cercana a los cien años? Es una pregunta. (JPA)

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