El comentario de hoy, jueves 12 de enero, 2017
La vieja discusión sociológica entre el “ser” y el “deber ser”, se impone en la actual administración. El gobierno que inició su gestión el pasado primero de diciembre, recibió las arcas estatales vacías. Una entidad devastada política, económica y socialmente. La corrupción y la impunidad campearon en el gobierno anterior, pero hubo un factor que lo permitió: la apatía y la abulia institucional de quien en ese momento ocupaba el cargo de gobernador.
Ningún ciudadano medianamente informado estará convencido de vivir un nuevo capítulo de esa podredumbre que nos sigue lacerando. Precisamente por ello, luego de que se dieran a conocer algunas acciones, presuntamente fuera de norma en la Secretaría de Salud la semana pasada, las luces amarillas se encendieron. El periodista cumplió con su trabajo de informar, justamente porque en la dependencia –una de las que está más en la mira de la sociedad- se siguen privilegiando los espacios de discrecionalidad.
Puede que, en efecto, todo estuviera en el marco de la ley, como se dio a conocer en las notas aclaratorias. Pero eso sólo se sabía en el círculo cerrado que toma las decisiones. Y en la democracia moderna, existe un capítulo que algunos se empecinan en desdeñar: el derecho del ciudadano a saber.
Sigue habiendo pues recovecos de opacidad de espaldas a la sociedad, que es necesario ir demoliendo, si lo que la actual administración requiere es ir caminando por la ruta de la legalidad y la transparencia. No se trata de señalamientos ociosos ni desafortunados. Tampoco se trata de cuestionar a los funcionarios desde el anonimato de las redes sociales u otros espacios.
Lo que se pretende es –como decíamos hace unos días- hacer pública la vida pública. Las politicas para el otorgamiento de obra deben ser de cara a la sociedad, si partimos de la premisa de que en el pasado no más de diez empresas se chutaron el 90 por ciento del presupuesto. Lo mismo en la adquisición de equipo médico y medicinas. La lección del pasado aún está presente en la conciencia colectiva.
El objetivo no es cuestionar en el vacío, ni descalificar por sistema desde una nota, un comentario o una columna política. No. Es invitar a quienes hoy tienen la sartén por el mango en la gestión estatal, a cumplir con la vieja conseja popular que dice: “no hagas cosas buenas que parecan malas”. Es otros términos, son tiempos de transparencia y rendición de cuentas, no de alentar la corrupción y la impunidad. Luego del estercolero del pasado reciente, hay que entender que el horno no está para bollos. (JPA)