Planetario Nundehui: una experiencia cosmogonista que trasciende por generaciones
En este 2017, el Planetario Nundehui, ubicado en la cima del Cerro del Fortín, cumplió 41 años de brindar conocimientos y nuevas experiencias a niños, jóvenes y adultos de la ciudad de Oaxaca y municipios del estado. A lo largo de este tiempo de trabajo ininterrumpido, se han realizado más de 50 mil proyecciones del espacio y la naturaleza, consolidando su trascendencia por generaciones enteras.
La historia del Planetario Nundehui – cuyo nombre proviene del mixteco Tierra del Cielo- inició el 17 de julio de 1976, cuando el Gobierno del Estado de Oaxaca encabezado en aquel entonces por Manuel Zárate Aquino con el apoyo del Comité de Ciudades Hermanas de Palo Alto, California, constituyeron este espacio destinado a la difusión del conocimiento astronómico luego de que eclipse solar de 1970 reuniera en Oaxaca científicos de diversas partes del mundo quienes coincidieron en que era punto clave para la investigación del espacio.
A este proyecto, se sumaron personalidades destacadas de la sociedad oaxaqueña integrada en el Comité Oaxaca, que fuera presidido por Carlos Hamilton, generando un lugar único en el país, que conjuga el misticismo del pasado con lo desconocido.
De esta manera, con una suma de voluntades y bajo la dirección de Bernardo Somohano, fue el 17 de julio de 1976 cuando se realizó la primer proyección en el Planetario Nundehui: el documental “Estrellas sobre Oaxaca”, una producción norteamericana, con gran aceptación entre la población oaxaqueña.
Después de esa fecha, familias, instituciones escolares, organismos de la sociedad civil, clubes, comenzaron las visitas hacía ese espacio, que ha tenido gran arraigo entre la comunidad oaxaqueña desde entonces, trasmitiendo de padres a hijos la experiencia de conocer que hay más allá.
Dos universos reunidos: lo místico de la historia y lo desconocido
En su diseño de construcción, a la sala principal de proyección del planetario se integró un basamento que sugiere la integración de dos universos mediante la conjugación de símbolos: el universo de los antiguos mexicanos y el universo occidental.
El primer universo está dividido en cinco regiones: Tezcatlipoca al norte, cuya representación es el tigre y su color es el negro; al sur Huitzilopochtli, de color azul, simbolizado por el colibrí; Xipetotec, el desollado cuyo color es el rojo se encuentra hacia el oriente; en el poniente, Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, representado por el blanco.