Opinión 

Plan con mañas

Isidoro YESCAS

Apenas con los votos necesarios para conseguir su aprobación (27 de un total de 42) la LXII Legislatura finalmente aprobó el pasado miércoles 23 de agosto el polémico y vapuleado Plan Estatal de Desarrollo, documento rector para la elaboración de los planes sectoriales, regionales y municipales (aún pendientes o en proceso de elaboración) y el principal instrumento que, por ley, debería guiar las políticas públicas del gobierno en turno, aun cuando, como ya ocurrió con la pasada administración estatal, al final lo que se imponen son las ocurrencias e improvisaciones.

Que su aprobación se hubiese llevado a cabo con más de tres meses de demora al plazo establecido por la Ley de Planeación no fue solo responsabilidad del poder legislativo sino, sobre todo, del  poder ejecutivo y, de manera específica, del titular del COPLADE, Ángel Meixueiro González.

Egresado del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) como licenciado en Administración de Empresas, y con una carrera política que lo enlaza fundamentalmente con actividades burocráticas en el CEN del PRI, Meixueiro sustituyó en los últimos días de abril a Celestino Alonso Álvarez como titular del COPLADE, cuando ya la redacción del PED entraba en su última etapa.

Sin conocer Oaxaca y el terreno que acababa de pisar, y desdeñando además, el trabajo de su antecesor, a Meixueiro González se le hizo fácil ordenar la redacción de una nueva versión del PED. Este fue el principio de una cadena de tropiezos que, una vez que entró a revisión por parte de los diputados, se ventilaron públicamente: desde errores metodológicos, diagnósticos mal elaborados e información estadística desfasada (vgr. encuestas de salud del 2008) que derivaron en metas y acciones bastante pobres en su impacto social y económico.

Y eso se observa en el texto del PED en prácticamente todos los ejes transversales y temas  específicos: educación, salud, medio ambiente, gobernabilidad, derechos humanos, pueblos indígenas, etc.

A la demora en su entrega al Congreso, se sumó la demora en su análisis y revisión por parte de la LXIII legislatura en donde, además, se pusieron en juego los intereses políticos  de las fracciones opositoras al PRI y las que a título personal se esmeraron en colocar en la mesa de negociaciones  algunos legisladores.

Como era de esperarse la mayor crítica a todos estos jaloneos y rejuegos de poder entre el poder ejecutivo y el legislativo, y entre los propios legisladores, se concentraron en los responsables de analizar y aprobar el PED y no en quien o quienes tenían la responsabilidad institucional de hacer bien las cosas, es decir el equipo del candidato del PRI y luego gobernador. Porque el PED se diseñó e instrumentó desde la campaña por parte de Celestino Alonso y su equipo de trabajo y tuvo cierta continuidad con el mismo personaje en los primeros cuatro meses del gobierno de Alejandro Murat. Sin embargo, las pugnas que de inmediato afloraron dentro del gabinete entre el grupo Infonavit y el grupo Oaxaca (yuppies vs yopes) tuvieron una clara expresión con el cambio de mando en el COPLADE y  la apresurada redacción del PED.

Y en las prisas e improvisaciones, todos salieron perdiendo: el poder ejecutivo, que erró en el perfil y habilidades político-administrativas de Meixueiro; la LXIII legislatura, que se vio sometida a una fuerte andanada mediática y los municipios, que solo esperemos que no terminen por pagar los platos rotos de todo este plan con mañas.

Twittter: @YescasIsidoro

Agosto 18 del 2017.

 

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