Opinión 

Oaxaca 2017: igual o peor

Isidoro YESCAS

En ocasión de los cien primeros días del ascenso a la gubernatura del estado de Alejandro Murat, en el mes de marzo de este año escribí lo siguiente:

“Todo parece indicar que, agotado los primeros cien días, los esperados cambios y reacomodos en algunas áreas de la administración pública estatal no serán suficientes para que el nuevo gobierno se gane esa credibilidad que ya le urge, como tampoco le alcanzaría para legitimarse ante una sociedad que hasta ahora no advierte diferencias sustanciales entre el gobierno que concluyó el 30 de noviembre del 2016 y el que arrancó el primero de diciembre de ese mismo año.

A diferencia de su antecesor, el gobernador Alejandro Murat se muestra pro-activo en su quehacer cotidiano, con una fuerte vocación de poder e identidad partidista y con una buena dosis de paciencia y temple para intentar desenredar cuantas veces sea necesario ese enorme quesillo que es la política y la conflictividad oaxaqueña.

Sin embargo, como el propio jefe del poder ejecutivo lo ha reconocido, para gobernar Oaxaca se requiere trabajar en equipo.

Pero si quienes se encuentran en la primera línea de su equipo (el gabinete legal y ampliado) desconocen la geografía política de la entidad, carecen de oficio para desempeñar el cargo, tampoco reconocen sus debilidades y se resisten a abandonar sus conductas aldeanas o mirreinales (Mirreynato: Ricardo Raphael) difícilmente podrán salir del círculo vicioso en el que ahora se encuentran. Y debe hacerse a la voz de ya porque estas debilidades son las que han impedido que el gobierno camine al ritmo que la sociedad exige y que avance de manera sustancial para restablecer la paz social, reinstaurar la confianza institucional y empezar a aterrizar los programas sociales y económicos comprometidos en campaña.” (“Ni aldeanos ni mirreyes”, en Noticias, marzo 17 del 2017).

Hoy, cuando ya transcurrieron casi nueve meses, y a solo dos meses para que el gobernador Murat Hinojosa rinda su primer informe de gobierno, la situación para Oaxaca y los oaxaqueños sigue igual y, en algunos casos, peor.

Sigue igual porque de poco han servido los reacomodos del gabinete que se llevaron a cabo en el mes de marzo pues los conflictos sindicales, políticos y sociales heredados de la pasada administración no solamente persisten sino que, en muchos casos, se han agudizado.

En este caso, o el Secretario General de Gobierno, Héctor Anuar Mafud, no ha podido con el paquete o, como ocurre con otros secretarios, es víctima del intermitente torpedeo administrativo y político por parte de la burbuja del grupo Infonavit. O de plano la antigua caja chica que servía para desactivar todo tipo de conflictos ya no existe. Bajo este escenario los conflictos se siguen administrando y difiriendo, o simulan resolverse mediante la firma de convenios que luego se incumplen. El peor ejemplo de esto último hoy tiene convertido en el mayor estiercolero de Oaxaca a la ciudad capital sin que el gobierno del estado, ni mucho menos el ineficaz gobierno municipal que preside José Antonio Hernández Fraguas, le encuentren soluciones de fondo al problema.

Pero esta ingobernabilidad también tiene su expresión en la creciente violencia e inseguridad que desde hace meses se vive en las regiones del istmo, la Cuenca, Costa y Valles Centrales, tan grave que el fin de semana un conocido empresario cercano al exgobernador José Murat y dirigente de la CANACINTRA, Carlos Guzmán Gardeazabal, se pronunció públicamente por la intervención de las fuerzas federales ante la evidente incapacidad operativa de la Secretaría de Seguridad Pública para combatir la ola de secuestros, ejecuciones y asaltos carreteros que constantemente se registran en esas regiones .

No resulta gratuito tampoco, que por estos hechos, el Departamento de Estado del gobierno de los Estados Unidos hubiese recomendado ya al turismo de su país que se abstengan de viajar por carretera a estas cuatro regiones.

No menos grave es lo que ocurre en el sector salud en su doble vertiente institucional: por un lado la grave crisis financiera que padece la SSA y que se ha traducido en el desabasto de medicamentos, la carencia de infraestructura y hasta de personal médico en los hospitales y clínicas que dependen de este sector; y, por el otro, la determinación de la Comisión Nacional de Atención Social en Salud, que preside Gabriel Oshea, de suspender el financiamiento al Seguro Popular de Oaxaca hasta en tanto no se aclare el destino de 980 millones de pesos asignados durante el último año de la gestión del exgobernador Gabino Cué y 355 millones que se han depositado durante la presente administración.

La vieja y larga crisis que vive Oaxaca en materia educativa y sindical tampoco ha encontrado vías de solución ante un gremio magisterial que, aunque con una dirigencia disminuida en su capacidad de convocatoria y movilización, se mantiene en la línea de no acatar todas las medidas administrativas y académicas derivadas de la reforma educativa. Colocado entre la espada y la pared, el gobierno del estado dialoga, cede, concede pero sin atreverse a tomar una definición clara y contundente para conciliar las demandas del magisterio afiliado a la sección 22 del SNTE con la urgencia de darle rumbo y futuro a la educación pública en la entidad.

Del enorme paquete de 680 promesas de campaña firmadas ante notario público una parte quedó esbozada en un Plan Estatal de Desarrollo con serias inconsistencias en el diagnóstico de la realidad oaxaqueña así como en sus objetivos, metas y acciones, y la otra quedará archivada en el catálogo de las buenas intenciones.

Con las finanzas del aparato gubernamental colapsadas por el brutal crecimiento de la deuda pública y la megacorrupción del gabinismo, y cuyos responsables siguen impunes, pero también por negligencias burocráticas y tropiezos internos para bajar en tiempo y forma recursos de la federación, el gobierno de Alejandro Murat le sigue debiendo a los oaxaqueños obras, empleos, justicia y mínimos de bienestar y seguridad.

El Centro de Convenciones, iniciado en el último año del gobierno de Cué, será, tal vez, su primera carta fuerte en materia de obra pública relevante, con todo y las irregularidades de carácter legal y administrativo observadas en su reasignación al no mediar licitación alguna.
Lo demás siguen siendo promesas y esperanzas para salir del subdesarrollo por la vía de megaproyectos como las zonas económicas especiales, o la explotación de los recursos eólicos y mineros de los pueblos indígenas de regiones como el istmo, la mixteca y los valles centrales.

Por desgracia, no se advierte a corto plazo un golpe de timón para revertir estos escenarios negativos y con mucha voluntad solo alcanzaría para cambios cosméticos o un nuevo ajuste en el gabinete que, más que para aceitar la débil maquinaria gubernamental, estaría orientado a deshacerse de aliados incómodos y empezar a promover con mayor fuerza a los prospectos del muratismo para la próxima contienda electoral.
Pero apenas han transcurrido nueve meses y no habría que ser impacientes. Habrá que esperar, entre bloqueos, basura, selfies y mucha demagogia oficial, qué nos depara el 2018 y con suerte ocurra ese milagro oaxaqueño que el PRI vendió en el 2016 para recuperar la gubernatura.

Twittter: @YescasIsidoro

Agosto 30 del 2017.

 

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