EL COMENTARIO DE HOY, noviembre 3, 2015
El devenir de la política oaxaqueña no sería tal, de no ser alimentada por el morbo. Nuestra clase política vive en un permanente estado de ansiedad, de vigilia, de zozobra. Cuando hay noticias espectaculares que comentar, hasta el ciudadano común, que sabe de la política sólo de oídas, comenta y hace conjeturas. Que si la “casa blanca” o las lujosas oficinas que se le atribuyen en Polanco al ejecutivo estatal o el reciente video-escándalo del ex gobernador Ulises Ruiz con el propietario de “Fresno Producciones”, Hugo Scherer.
Los escándalos y las filtraciones, o más bien las grabaciones, parecen alimentar el ego de aquellos que viven a la expectativa del sensacionalismo y del escándalo. Nuestra clase política sigue como actriz de ese teatro del absurdo que los medios nacionales magnifican. Es impresionante nuestra presencia permanente en los medios. Lo grave es que sólo se pondera lo negativo. No nuestro potencial, nuestra rica herencia cultural.
Si observamos en el tiempo la transición del gobierno de Diódoro Carrasco al de José Murat, en diciembre de 1998; el de éste al de Ulises Ruiz a fines de 2004 y el del último al de Gabino Cué en diciembre de 2010, ninguno se compara con lo que hoy estamos viviendo. Hay una revoltura fatal; un entramado de complicidades, que tal parece que todos están contra todos. Las alianzas oscuras; las ligas perversas y la realpolitik se han exacerbado.
La presencia ineluctable de la mentira y la simulación; el doble sentido y el gatopardismo, son parte esencial de este teatro. Y obvio, la locura y la clásica cargada de algunos actores que se vuelcan en apologías para unos y en comentarios dolosos para otros. La sucesión gubernamental y el perfil de los aspirantes, de izquierda, centro o derecha, deviene comentario obligado en los cafés, en reuniones de cantina, y en el peor de los casos en rumores y trascendidos insulsos y despegados de la realidad.
Ojalá que toda esa energía fuera ocupada en la reflexión, en la interpretación de un discurso de unidad no de división; del bien de Oaxaca por encima de los intereses personales, de partido o de grupo. En el discurso y la arenga política se ha perdido de vista lo esencial, el eje que busca una entidad en paz y en donde la vigencia del Estado de Derecho sea la premisa para devolverle su grandeza.
La vocación de servicio ha sido relegada por el beneficio personal; el interés colectivo por la ganancia pecuniaria. Sin falso moralismo, tal parece que los rojos o los azules; los amarillos o los tricolores, todos tuvieran como divisa el mismo objetivo: llenar las alforjas de los recursos destinados a este pueblo, desangrado por los conflictos sociales y la voracidad de esa clase política.