El comentario de hoy, miércoles 18 de julio de 2018
Fue el filósofo francés Jean Chesnaux, quien dijo que nadie puede hacer de la historia una tabla rasa. Ésta tiene imperfecciones, nudos, no es pues algo perfecto. Hemos visto en los últimos días reuniones, iniciativas, propuestas y demás, que involucran al equipo del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. El arribo de un partido hegemónico –MORENA- al poder, pareciera ser que es el pivote para escribir el fin de la historia institucional del país e iniciar otra. El fin de una era, para escribir un capítulo, preñado de romanticismo, que nada tiene que ver con el que se cierra.
Se entiende que el camino de la transición advierte cambios sustanciales. Estamos de acuerdo. Que se trata de emprender la ruta hacia la llamada “cuarta transformación” del país. Escribir el cuarto capítulo de los movimientos de Independencia, Reforma y la Revolución de 1910. Sabemos que todo cambio enfrentará resistencias. Sin embargo, crear demasiadas expectativas también es un grave riesgo, dado que México no es el que imaginó Lewis Carroll, en la novela de “Alicia en el país de las maravillas”, mucho menos “La Utopía” de Sir Thomas More.
Todo cambio salvo el que nace de la vía revolucionaria es radical. Éste ha nacido de un proceso democrático y participativo. Histórico sin duda alguna. Debe ser, por tanto, paulatino. Se habla por ejemplo de la desaparición de las delegaciones federales, pero se designa a Coordinadores estatales de programas sociales de la presidencia, que habrán de operar no como virreyes sino vice-gobernadores. La excepción justifica la regla. Se ha mencionado que habrá una descentralización de las dependencias federales. Pero el proyecto le costaría al país la nada despreciable suma de 125 mil millones de pesos. ¿Y la austeridad?
¿Por qué de nuestro escepticismo? Porque en 2010 iniciamos en Oaxaca, con una verdadera apoteosis de cambio, de transición, de alternancia, que en menos de dos años se convirtió en una pesadilla. Más tarde habría de mostrar los ribetes de uno de los regímenes más cuestionados y corruptos de la historia y cuyos coletazos los hemos vivido en los últimos tiempos: falta de obra, miseria presupuestal y una total descapitalización en las finanzas públicas.
No faltará quien nos diga que eran otros tiempos u otro cantar. Lo que nadie puede negar es que en menos de un año el bono democrático de aquel gobierno de la altrenancia se pulverizó y la confianza ciudadana se hizo añicos. Se crearon expectativas fuera de la realidad. Creemos pues, que habrá de guardar prudencia en lo que viene. No obstante el triunfo arrollador e indiscutible de López Obrador, ni México se va a reinventar ni habrá fórmulas mágicas y mesiánicas para un líder, con carisma o no, que podrá decretar el fin de la historia nacional. (JPA)