El comentario de hoy, martes 7 de octubre 2025
El pasado viernes 3 de octubre se cumplieron 159 años de la heroica batalla de Miahuatlán. En 1866, las tropas del general Porfirio Díaz, olvidado y estigmatizado en la historia oficial, derrotaron al Ejército francés. Fue, según el llamado Soldado de la Patria, la batalla más estratégica encabezada por él durante la Guerra de Intervención. Las bajas en el ejército de Napoleón III fueron devastadoras.
La batalla del 3 de octubre, en la que participaron los coroneles miahuatecos Feliciano y Apolinar García, al frente de un nutrido grupo de patriotas locales, abriría la puerta al triunfo del 2 de abril de 1867 en Puebla, que permitió restituir la República y el régimen constitucional de don Benito Juárez. Según datos históricos, el Benemérito nunca reconoció la lealtad y los éxitos militares de don Porfirio.
En Miahuatlán, cada año se celebra el triunfo de las fuerzas republicanas con desfile cívico, cabalgatas y ceremonias en los sitios donde se libró la batalla, es especial “La Pilastra”, frente al monumento a la memoria de los caídos. Por este hecho histórico, la cabecera de distrito fue llamada de Porfirio Díaz. Aquí sí se le hace homenaje. Aquí no se le regatea su valentía y patriotismo.
Sin embargo, en los años 60 del Siglo XX, la disputa política trajo consigo un capítulo negro. Asesinatos y violencia exacerbada ubicó a Miahuatlán como un pueblo sin ley. En los 80 la crisis volvió a recrudecerse. Muertos por aquí y por allá. Casi como corolario de la aparición del Ejército Popular Revolucionario (EPR) y sus bastiones en la Sierra Sur, particularmente en Los Loxichas, se instaló una Zona Militar, en los años 90.
Poco después se construyó un penal estatal y el Centro Federal de Readapación Social, en Mengolí de Morelos, que convirtió a la llamada Pelopeniza zapoteca, en una tierra de castigo. Con ello, el arribo de centenas de vecinos de otras entidades. Extraños a las costumbres de la comunidad. Buenos ciudadanos algunos, otros no tanto. Lo anterior hizo un cóctel letal para la civilidad y la paz social de la población.
Autoridades municipales de uno u otro partidos han llegado para lucrar con el erario. Nada de obras relevantes. El saqueo infame es notorio, igual que el brutal abandono. Novatos e improvisados contrastan con ediles de antaño que, con poca formación académica, ejercieron un buen gobierno con verdadera vocación de servicio.
Miahuatlán de Porfirio Díaz, un pueblo histórico y con vestigios zapotecas en el montículo llamado “El Gueche”, que ha sido invadido por la mancha urbana y el paracaidismo político, sigue como un pueblo sin ley. Los festejos del pasado 2 y 3 de octubre, con sus actos de violencia, mostraron ese estigma. La nota roja se sigue dando vuelo con los asesinatos y ejecuciones cotidianas. Un “pueblo rojo”, como puso de título a uno de sus libros, mi contemporáneo y amigo de infancia, el profesor Esteban Arias. (JPA)