Opinión Portada 

El comentario de hoy, martes 4 de junio 2024

El pasado domingo 2 de junio, se celebraron las elecciones concurrentes más nutridas y competidas de nuestra historia contemporánea. Como en cada proceso electoral, hubo quienes tuvieron la simpatía ciudadana traducida en votos. Son las reglas de la democracia participativa. Unos ganan, otros pierden. La inconformidad –si la hay- será canalizada a los órganos jurisdiccionales competentes, a nivel nacional y estatal.

En Oaxaca, la participación ciudadana fue inédita. Salvo incidentes menores, como en Santa Lucía del Camino, Pinotepa u otros, fue una fiesta cívica y en paz. Llamaron la atención las casillas especiales, en donde las filas para emitir el sufragio rebasaron las doscientas o trescientas personas. En lo personal lo constaté en dos: una ubicada en las instalaciones del Hospital General de Zona del IMSS y en el Instituto Carlos Gracida.

Fotografías y videos compartidos en la red, dieron cuenta de la cantidad de mexicanos y mexicanas en el extranjero, esperando emitir su voto en las casillas ubicadas en los Consulados. Es decir, el futuro de México, cifrado en las elecciones pasadas, estuvo en la mente y en el corazón de todos. La apuesta fue seguir con el estado actual de cosas, ni más ni menos.

Sin embargo, es momento de darle vuela a la hoja. Ha pasado un momento relevante en nuestra vida como Nación. Si se eligió una kakistocracia, que es el gobierno de los peores, tenemos que asumir las consecuencias; igual si en lugar de legisladores tendremos una caterva de inútiles, matraqueros y levanta-dedos, también. Se espera que el encono, la polarización y la fractura, den paso a la civilidad; a la construcción de consensos y a la unidad.

México no puede ser una monarquía encubierta ni, mucho menos, una autocracia. Tampoco la repetición del Maximato. Menos que la hegemonía de un partido se asuma como eterna. Los grandes imperios: Persia, Grecia, Cartago, Roma o Bizancio, cayeron estrepitosamente por los excesos de sus gobiernos. Nada es eterno. La descomposición proviene de los abusos, los atropellos y la sordera ante los reclamos del ciudadano.

Los mexicanos –y los oaxaqueños- tomamos una decisión. Acertada o equivocada, sólo el tiempo lo dirá. Ya no hay vuelta atrás. Una vez pasada la borrachera electoral, viene la resaca. Es decir, ya tiraron los cohetes, ahora a recoger las varas. Para la virtual presidenta de México, quedan cuatro caminos, en este desastre de país que habrá de recibir: o seguir la confrontación que ha mantenido su mecenas y manager López Obrador; la reconciliación de los mexicanos; acotar a los grupos criminales o abrir la puerta para que AMLO y dichos grupos sean el co-gobierno de un narco-Estado. (JPA)

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