El comentario de hoy, martes 4 de abril 2023
La tragedia ocurrida en el centro de detención migratoria en Ciudad Juárez, en donde murieron asfixiados o calcinados 39 migrantes, exhibe de cuerpo entero la falta de una política gubernamental que no sólo contemple el lado humanitario, sino la vigencia de la ley. Pero más aún, la búsqueda de un trato digno para aquellos que, como millones de mexicanos, han dejado su país por la pobreza, para buscar el sueño americano. Las víctimas sólo encontraron en el nuestro, el infierno mexicano.
Al principio del gobierno de la Cuarta Transformación el discurso fue de puerta abiertas a los hermanos migrantes. Dicho mensaje se trastocó al convertirnos en guardianes del patio trasero de los Estados Unidos, ante la amenaza del ex presidente Trump de construir un muro fronterizo. Parar las olas migratorias que penetraban por la porosa frontera sur, era la prioridad. Ejército, Guardia Nacional y Marina convertidos en los cancerberos que prohibían el paso a los migrantes.
El libro que escribió Mike Pompeo, ex Jefe del Departamento de Estado de la Unión Americana, reveló con nitidez la complicidad del gobierno mexicano en esta infame labor. Éste admitió retener a los migrantes que esperaban asilo político del gobierno norteamericano en territorio mexicano, al obstaculizar su internamiento en el vecino país. La cantidad impresionante de migrantes devino una verdadera crisis. Mientras, nada ha detenido el arribo de más oleadas humanas. Lo vivimos en territorio oaxaqueño con los migrantes de Venezuela.
Hoy, entre altos funcionarios de la 4T se echan la bolita. Pero nada puede ocultar la indolencia que existe para tratar al migrante como si fuera delincuente, por parte de corporaciones policiales y, particularmente del Instituto Nacional de Migración, cuyo desempeño ha sido, históricamente, muy señalado por la corrupción. Porque amén del peligro que enfrentan de ser secuestrados o asesinados por las bandas criminales, los migrantes son hoy mismo explotados y extorsionados; perseguidos y discriminados.
La migración, ya hemos comentado, es un fenómeno mundial. Pero México está hoy en día a los ojos del mundo, como el país de tránsito obligado convertido en infierno para las olas migratorias. No bastan las condolencias, ni el apoyo para atender heridos o repatriar cadáveres, sino vernos en ese espejo cuando exigimos trato humanitario para los miles y miles de mexicanos que a diario cruzan de manera ilegal la frontera con Estados Unidos. Es urgente que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para Ayuda a Refugiados –ACNUR- y organismos civiles humanitarios, verifiquen el funcionamiento de los albergues y centros de detención existentes y hagan recomendaciones al gobierno mexicano, empecinado en su ceguera de culpar a otros, para proteger a los verdaderos responsables por omisión o apatía. (JPA)