Opinión 

El comentario de hoy, martes 3 de julio de 2018

El pasado domingo, el pueblo oaxaqueño –y el mexicano por supuesto- desde muy temprano acudió a las casillas a emitir su voto. Fue sintomático que desde las 8 de la mañana había ciudadanos esperando la apertura de las mismas. Fue una acción inédita, correspondiente a la que fue calificada por muchos como una jornada electoral histórica. Es más, las casillas especiales, limitadas a 750 boletas, no fueron suficientes para la cantidad de personas que las abarrotaron.

Pese a los presagios malignos; a los vaticinios de violencia, como la que se vivió en días previos, éstos simplemente fracasaron. Los oaxaqueños vivimos una jornada –a excepción de incidentes menores- apegada a la civilidad y la madurez. Se extinguieron los barruntos violentos para dar cabida a una participación en realidad histórica.

El fenómeno Andrés Manuel López Obrador y su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional –MORENA- materialmente arrasaron. Los resultados hasta el momento advierten que ganaron las dos senadurías, los diez distritos federales y 24 de los distritos electorales locales. Por tercera ocasión dicho efecto se hizo presente, como en el 2006 y en el 2012. El resto de partidos fue prácticamente humillado ante los resultados obtenidos por MORENA.

Sin embargo, pasó ya la elección. Desde el domingo por la noche se vivió la borrachera del triunfo. Hoy, la historia será otra. Hay muchas promesas de campaña, más que sólo la lucha contra los corruptos que parece ser la panacea que cure todos los males del país. Hay amenazas de desaparecer la Reforma Educativa y la Energética; la de dar becas y estímulos a los adultos mayores. Un catálogo de ofrecimientos que fueron bien vistos en la campaña de proselitismo y que en el gobierno deben concretarse.

Es tiempo ya de superar la visión de partido para asumir en breve una visión de Estado. La sociedad mexicana quedó partida en dos. La tarea inmediata será la reconciliación y forjar la unidad. El poder legisalativo no será un contrapeso. El riesgo de la autocracia está presente en la memoria colectiva. El único factor de equilibrio será una sociedad civil organizada.

Ni el país ni la sociedad curarán sus males de la noche a la mañana. La podredumbre de la corrupción y de la inseguridad, no se aliviarán con posturas mágicas ni visiones mesiánicas. Es el pueblo quien debe participar. Hasta hoy todas han sido promesas y fórmulas utópicas. El reto es emprender y mantener la gobernabilidad, aplicando los principios, pensar en contrario –parafraseando a Napoleón- será sólo filosofar. (JPA)

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