Opinión 

El comentario de hoy, martes 3 de enero, 2023

El territorio oaxaqueño, particularmente la región del Istmo de Tehuantepec, ha sido severamente afectada por siniestros ambientales. O son derrames de hidrocarburos en la zona de Salina Cruz, que ha afectado a pobladores de Playa Brasil, Guelaguichi, Playa Cangrejo y otras, dedicados a la pesca o son fugas de amoníaco, en jurisdicción de Matías Romero, Palomares y agencias municipales.

El mes de diciembre fue terrible para comunidades como Donají, Tolosita, Juno y otras, cuyos habitantes tuvieron que abandonar sus casas, sus propiedades y animales, para buscar refugio en poblados seguros, luego de resultar afectados por la fuga de amoníaco de ductos de Petróleos Mexicanos, en mal estado y faltos de mantenimiento, que la paraestatal ha visto con demasiada superficialidad.

En los tiempos de gobiernos neoliberales o conservadores, es decir, cuando tenía el pandero la mafia del poder, las afectaciones al entorno ecológico propiciadas por la paraestatal, eran atendidas con prontitud. Hoy no. Como si la improductiva empresa pública estuviera blindada por una coraza de impunidad. O si tuviera una patente de corso para dañar ecosistemas, afectar a la población y ponerla en riesgo de perder la vida.

En los últimos meses de 2022, al menos se tuvo registro de tres o cuatro derrames de hidrocarburos y fugas de gasolina y amoníaco. Los afectados hicieron videos de playas llenas de chapopote; animales muertos y la mancha negra en el mar. Protestaron una y otra vez sin recibir respuesta. Igual ocurrió en la última quincena de diciembre con los afectados de la ruta del tren transístmico. Sólo largas y apatía de PEMEX.

Ante todo, llama la atención la abulia y desinterés de nuestros representantes populares tanto federales como estatales. Los primeros, más interesados en ver con cuál de las corcholatas para el 2024 se ligan; los segundos, en colar a sus incondicionales o secuaces en el gabinete estatal. Pero de este asunto tan grave, sólo hacen mutis. Pareciera que tocar el tema de la paraestatal fuera un anatema o una apostasía.

Lo paradójico de todo ello es que la zona afectada se ubica, justamente, en donde camina a paso de cojo uno de los proyectos presidenciales más emblemáticos: el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, acosado también, por grupos criminales. Es obvio que situaciones como ésta se han convertido en bandera para líderes locales o foráneos, que a través de bloqueos carreteros le cobrarán la factura a la ciudadanía. La defensa del medio ambiente, de la flora y la fauna, no es una ficción ni tiene que hacerse como una gratuita concesión del gobierno. Es una responsabilidad ciudadana y de la sociedad civil. Las autoridades deben exigirle a Petróleos Mexicanos la atención inmediata y las indemnizaciones correspondientes. Y no practicar la ya clásica política del avestruz de nuestros flamantes representantes populares: esconder la cabeza. (JPA)

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